Capítulo Ocho: La corona prometida.

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Me siento como si me hubieran echado un balde de agua fría encima

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Me siento como si me hubieran echado un balde de agua fría encima. Me siento estúpida, incompetente y sé que todo este tiempo he sido negligente con el caso de Anabette.

Una parte de mi trata de justificar mi falta de preocupación alegando que tratan de asesinarme, pero... me doy asco. Siendo realistas, solo me doy pena.

Haber visto a esa chica en el bosque hubiera puesto en alerta a cualquier persona lo suficientemente sensata.

Abro los ojos. Saboreo la realidad que es ácida y entiendo que he perdido tiempo. ¿Puedo tratar de reparar mis errores?

Mi maldita hermana está perdida y yo no he hecho una mierda.

Pero ya no puedo parar. No puedo llorar. Debo seguir, caminar, gritar, luchar. Y encontar a mi hermana.

Y aunque las esperanzas se desvanezcan,
Aunque crean que ella está muerta...
¿Puede mi amor flaquear?
Si es que mi nena vive.
No puede irse quien quiere quedarse
Y no pararé hasta que vuelva a abrazarle.

Veo llegar el amanecer y con él la esperanza de encontrar ayuda.

Salgo de mi casa con un vestido largo color rosa claro. Lista para pedirle a la señora Mistress que me ayude a buscar a Anabette.

Cuando llego al restaurante, Helan y ella están afuera.

—Señora Mistress. —digo acercándome.

—Eliza. Buen día.

—Necesito su ayuda. Necesito encontrar a Anna...

—No tengo idea de en dónde está. No puedo ayudarte en nada. —dice secamente.

—Pero usted dijo que la buscaríamos y...

—Eso fue antes de que aparecieras en el maldito bosque llena de sangre. Si no tienes nada más que decir...

—Por supuesto que tengo que decir cosas. Yo no maté a nadie y usted lo dio por hecho...

—No vuelvas a nombrar a tu hermana. Ni a ella ni a nadie. No quiero ayudarte y dudo que alguien lo haga.

Ni siquiera trato de hacerla cambiar de opinión. Y acepto mi carga. Tendré que hacer esto sola.

—Haz lo que todos cuando perdemos a alguien. Olvidarlos y vivir como si nada. Hazte el favor, olvídate de ella.

Es inevitable que una lágrima resbale por mi mejilla. Pensar que tengo que caminar por un laberinto sin tener un mapa o compañía, me atormenta.

Antes de que me de cuenta, estoy en frente del río.

Apoyo mi cabeza en mis rodillas y simplemente observo el agua fluir. El deseo de ser así de libre, de no tener cadenas, como ella, se hace grande.

Me sobresalto cuando alguien se sienta a mi lado, pero luego mi miedo se va porque él sonríe.

—Hola, princesa. —dice lentamente.

—Hola, Aamón. —digo limpiando mis lágrimas y mirando hacia otro lado.

—¿Por qué lloras?

—Mi... mi hermana está desaparecida. Y yo no sé cómo buscarla. Y no hay nadie que quiera ayudarme porque siempre que una chica se pierde, asumen que se escapó. Porque si es una chica es una perra, y es lo que las perras hacen, ¿No? ¿Tú piensas lo mismo? A que sí. —digo y no puedo evitar que mi voz tenga un deje de amargura.

—Pues no. No lo pienso. 

Lo miro a los ojos y se ve... por primera vez no parece burlón. Sé que habla en serio.

Parece estar indeciso, pero al final, toma mi mano.

—¿Quieres que te ayude, Elizabeth?

—No quiero un salvador, ¿Sabes? —le digo en un arranque de rebeldía.

Él ríe y habla de nuevo, su voz vuelve a ser cantarina. Y esboza una sonrisa burlona, la típica de Aamón.

—Pues a mí no me importa que me salves —Se recuesta en el césped,  pone las manos detrás de su cabeza y me mira fijamente—. Podría ser tu secuaz o bufón, podría ser lo que quieras.

—Los bufones son para los reyes y los secuaces para los villanos. Elizabeth Baskerville no es ninguno de esos. —digo imitando su acción.

—Elizabeth Baskerville puede ser lo que quiera porque es una mujer valiente. Y pongo mi castillo en tus manos, mi reino a tus pies y mi cuerpo a tu disposición por si quieres dominarlos. —me guiña un ojo y no puedo evitar sonreír.

—¿Y tu castillo viene con corona incluida? Porque quiero una de esas. —digo, pero sin la verdadera intensión de conseguir una.

—Dime cómo la quieres y tendrás una de ellas.

—Quiero... Quiero una corona hecha de flores. Pero, Aamón, tienes que hacerla tú.

Acaricia mi mejilla con delicadeza y yo cierro los ojos disfrutando su toque.

—Si es lo que deseas, princesa. —dice y se pone de pie.

—Deseo encontrar a mi hermana.

—Mañana empezaremos la búsqueda.

—Y... ¿Qué quieres a cambio?

—Hago esto por diversión. No tienes que darme algo —se calla un momento y vuelve a hablar—. Este pueblo no es tan aburrido como antes, ¿sabes? Supongo que es porque estás aquí.

—Pero... Tú acabas de llegar. ¿Cómo es que hablas de Darkess como si... hubieras estado aquí hace tiempo?

—La ignorancia nos vulnerabiliza. —dice y me mira de nuevo — Por favor, no vayas desprotegida por ahí. No todas las personas tienen buenas intenciones contigo.

—¿Qué es lo que sabes? —digo con voz susurrante.

Me da una última mirada y luego se aleja.

Aamón es peligroso, una verdadera arma de doble filo, pero el único camino que puedo tomar.

NOTA DEL AUTOR:

Otro #DomingoDarkess y la historia avanza cada vez más.

¿Qué crees que pasará? ¿Por qué Aamón parece conocer Darkess sabiendo que es nuevo allí?

Lo descubriremos.

RARE

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RARE.

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