El día en que el destino enloqueció

"Una historia y un corazón roto"

Advertencias: Esta historia trata temas tales como Depresión, trastornos de ansiedad, ansiedad persecutoria, fantasías e ideaciones suicidas, como también intentos de suicidio y autolesiones. Si eres susceptible a uno de estos temas, por favor, abstente de leer esta historia.

¡Buenas Noches mis preciosas criaturas! Lamento la tardanza, encontré un trabajo de medio tiempo y aún no me acostumbro, todos estos días he llegado a casa a sólo dormir, mañana tengo libre así que aproveché de terminar de escribir el capítulo y publicar, necesito ordenar mucho mis horarios, lo siento.

Muchas gracias como siempre por comentar, votar y leer principalmente este fic, les contestó cada vez que puedo.

Hay una canción que uso siempre que escribo este fic, Wattpad no me deja poner el link, pero la compartiré por otros medios por si la quieren escuchar.

Eso es todo, perdonen todos mis errores!

Disfruten de su lectura.

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Esto tiene más de mil años, el destino siempre ha sido el dueño del hilo rojo, es el que designa a las personas a estar juntas. Era un trabajo tedioso y duro, pero no se quejaba, pues al ser el dueño del hilo rojo, lo tenía que hacer todo por sí mismo, él ataba los hilos a todas las personas que habitaban en el mundo sin queja alguna, su presencia omnipotente le ayudaba a estar en todos lados, siempre con cautela de no ser visto, pues el castigo del universo por hacer su presencia visible era la condena eterna, por lo que decidió hacer su labor siempre de noche. La luna le hacía compañía mientras lo veía atar hilos, a lo que el destino agradecía con demasía, ya que en su trayectoria como omnipotencia se le ha considerado un ente solitario, pero la luna podía notar en él la desdicha de la soledad, por lo que decidió acercársele y entablar conversaciones. El destino creaba los hilos rojos de todo ser que nacía a la vez que se sentía alegre por estar junto a la luna, y mientras el tiempo los observaba hablar a él y a la luna, podía notar con su sabiduría que el destino estaba queriendo alargar las noches para pasar más tiempo con ella. La omnipotencia solitaria se había enamorado de la luna, de su belleza y cómo era capaz de hacer de un paisaje totalmente negro un espectáculo de utopías infinitas. Entonces un día la luna decidió ayudarlo con su trabajo.

"Atas tú solo todos esos hilos rojos, deja que las almas de los ancianos que viven en mí te ayuden"

Y así, los ancianos en la luna ayudaron al destino a atar el hilo rojo a todas las personas que existían. El destino jamás había recibido ayuda de ninguna entidad antes, por lo que le sorprendió enormemente, pero entonces se dio cuenta... Él era el creador del hilo rojo, gracias a él todos podían estar destinados y tener una posibilidad al amor, sin embargo, él no podía tener un hilo rojo, quería uno, pero no podía pues iba en contra de todas las reglas, como el tiempo que no podía darse plazos o el amor que le era prohibido enamorarse. El destino anhelaba estar atado a la luna, pues aquella reina lo encantó con tan sólo su presencia. Entre las entidades estaba prohibida la envidia, todos eran omnipotencias que trabajaban para el universo. Todas las entidades sabían que el sol y la luna se pertenecían mutuamente, el destino lo sabía a la perfección y por ello se ocultaba del sol, rogándole al tiempo que no le dijera nada, tratando de convencer al amor de que no iba a entrometerse en aquella relación perfecta. De todas las entidades, una de las más poderosas era el sol, pues gracias a él se podía crear vida y era la omnipotencia favorita del universo, el destino no era más que un pequeño y diminuto ente en comparación al sol. Fueron siglos, décadas, milenios... En que el destino envidió al sol por ser la pareja de la luna, el sol era soberbio y orgulloso, por ello muchas veces lastimaba a la luna; cuando eso pasaba, el destino la escuchaba y el odio quien se aprovechaba de esas situaciones le iba a visitar. El odio era una entidad mezquina que sólo buscaba caos entre las omnipotencias, y cada vez que podía, le susurraba cosas al destino, haciendo que se contaminara de su oscuridad.