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"Las olas, piel Del Mar,

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"Las olas, piel Del Mar,

De perlas, su mirada

Sus manos, temporal

Su ropa es de coral

Es la Reina sin País

La Dama del Mar"

Leyó Navier, estaba en la playa sentada en unas rocas cerca del mar, era de noche, pero la luz de la luna llena era tan fuerte que aun así podía ver perfectamente, el ruido de las olas era tan relajante que no prestaba atención al tiempo, podría ser media noche o las 4 de la mañana, no le importaba para nada.

La rubia miro el mar por unos momentos, como la espuma blanca de las olas llegaba cada vez mas alto, llegando a mojarle los pies, una sensación muy refrescante que la hacia olvidar de todos los problemas que estaba teniendo en el palacio. Una amable melodía se empezó a oír a unos metros de ella, a una distancia razonable se encontraba una joven bailando y cantando al ritmo de las olas, no pudo evitar sonreír salto de la roca, mientras con una mano levantaba la falda de su vestido para no mojarlo demasiado, y la otra sostenía su libro cerca de su pecho con miedo a que se cayera. Cuanto mas se acercaba a la bailarina, se dio cuenta de que tenia una piel morena, su cabello largo castaño ondulado bailaba al rededor de su cuerpo con gracia, mientras con una de sus mano elevaba su falda que parecía tener incrustado hermoso coral rosa, para mayor movilidad, su rostro refleja calma y una hermosa sonrisa, casi parecía un pecado horrible interrumpir esa armonía.

Pero no fue necesaria, la chica noto su presencia, volteo a ver a la Emperatriz con sus hermosos ojos de perla y una sonrisa en su cara.

-¡Navier! -Dijo la joven feliz, corriendo sobre las olas para ir a ella, para luego abrazarla, debía de ser solo unos centímetros más baja que ella, pero eso no impidió que la alzara para girar sobre su eje. -¡Te extrañe muchísimo!

La rubia río un poco avergonzada ante la acción de la chica: -Yo también te extrañe, pero por favor bájame, me estoy mareando.

-¡Ah! L-lo siento. -Se disculpo un poco sonrojada, mientras bajaba a la mayor. -Es solo que me alegra muchísimo verte... Pero quizás no debería alegrarme tanto... desde que te volviste emperatriz, las únicas veces que me visitas... es cuando estas triste por algo.

Navier no pudo evitar entristecerse un poco, pues era verdad. Cuando sentía que las responsabilidades de emperatriz la abrumaban, cuando llegaba a extrañar la poca libertad que tenia cuando aun era princesa o cuándo deseaba simplemente tener unos momentos para desahogarse, siempre venia con ella para desahogarse.

-Si no quieres contarmelo aun esta bien. -Dijo la chica mientras sentaba a la monarca en la arena junto a ella, solo unos centímetros cerca del final de las olas.

Pasaron unos minutos hasta que la rubia suspiro y decidió contarle lo ocurrido.

-Hace unos días... Sovieshu... trajo una amante. -Explico, sintiendo un nudo en la garganta. La morena se vio sorprendida ante tal revelación. -Desde entonces parece que es una persona diferente. No me respeta, me quiere echar la culpa de cada cosa mala qué le pasa a su concubina, incluso me obligó a buscar una Dama de Compañía para ella... es una situación tan desesperante.

Desahogó todo su enojo en contra de el emperador, no lloro, ya había derramado demasiadas lagrimas por Rashta y Sovieshu, no malgastaría mas. Agradecía mucho que la de vestido rosa no intentara consolarla con palabras, sino simplemente escuchándola atentamente y abrazándola por los hombros, con la calma de las olas de fondo.

-Con todo el respeto Navier, tu marido es un idiota. -Dijo la de pelo ondulado, haciendo reír un poco a la Emperatriz por lo inesperado de ese insulto, la de ojos perla no hablaba así normalmente. -Se que no puedo hacer mucho, pero si me necesitas para lo que sea, por favor dímelo.

Hubo silencio durante un momento y luego, la rubia, para sorpresa su amiga, acomodo su cabeza en el regazo de esta y cerro los ojos, mostrando completa confianza.

-Me gustaría oírte cantar durante un rato, si es posible. -Pidió Navier a su amiga, sin notar como esta se sonrojaba potentemente ante la posición y petición de su amiga, sobretodo porque no sabía dónde poner sus manos, pero aún así empezó a cantar, una tonada suave, que de alguna forma parecía seguir el ritmo de las olas, eso hizo que Navier se relajará y entrelazara una de sus manos con la De la Morena, quien otra vez se sonrojó muchísimo, pero aún así siguió cantándole y con un poco más de confianza.

Empezó a acariciar los rubios cabellos de la Emperatriz, eran tan suaves que parecían hechos de la seda más fina. Cuando terminó la canción, se quedaron en silencio un rato hasta que la menor habló.

-Navier... -La rubia hizo un ruido para dar a entender que la escuchaba. -¿Te gustaría... que estuviera contigo? Quiero decir... ¿en el... palacio?

La Emperatriz lo pensó un momento, luego abrió sus ojos para ver los de ella: -Si pudiera tenerte a mi lado para siempre lo haría sin dudarlo.

Las esmeraldas se encuentran con las perlas, en una pelea de miradas que ninguna de las dos parecía dispuesta a perder. Navier no lo noto en un principio, pero la morena sonrojada acercaba su rostro cada vez más al de ella, pero no se apartó, en lugar de eso también se acercó a su amiga y cerró los ojos cuando sintió sus labios rosar con los de ella.

-¿Su Majestad?

La voz de la Condesa Elisa la sacó de su ensoñación, no se dio cuenta de que había parado en una fuente de los jardines a las afueras del palacio, un lugar bastante tranquila y el cual se volvió su "refugio" después de que Rashta usara su nido. Al ver el agua no pudo evitar recordar el sueño que tuvo hace unos días, simplemente sonrió ante el recuerdo.

-Perdón, me distraje por un momento. -Tras decir esto, la emperatriz volvió a pararse. -Creo que es momento de regresar.

Sus damas de compañía simplemente la siguieron, en un silencio agradable que se veía interrumpido de vez en cuando por el canto de los pájaros. Pero después de caminar se oyó un chapoteo.

Las tres mujeres se sorprendieron, un poco al frente de ellas, había una chica sentada en la orilla de la fuente apoyándose en una mano, mientras con la otra jugada con el agua como si fuera una niña pequeña, su cabello ondulado caía sobre su espalda y parecía muy concentrada en lo que sea que estaba haciendo.

-¡Oiga! ¡No puede estar aquí!

El grito de Laura hizo que la chica se parara de un saltó, volteando rápidamente hacia las nobles.

Navier no pudo evitar soltar un jadeó de sorpresa.

-¿Zacil-ha?

La Emperatriz Divorciada: La Dama del MarWhere stories live. Discover now