Capítulo 3

3K 225 39
                                    

Base.

Marcus Graham.

Trescientos cincuenta y dos mujeres desaparecidas en cinco meses, ciento veinte solo en el último mes.

En su mayoría niñas y adolescentes, quienes son secuestradas en diferentes situaciones y llevadas a lugares donde se las entrega a un cierto grupo de personas, especialmente en su mayoría a hombres, quienes se encargan de la venta de estas, distribuyéndolas y llevándolas a distintas partes del mundo, cambiando sus identidades y a veces hasta sus rostros con ciertos retoques en quirófanos de los que disponen para el trabajo.

Son explotadas haciendo tareas domesticas a las que son obligadas, así como en granjas o trabajos más desagradables como en su mayoría, ser explotadas como trabajadoras sexuales, experimentando todo tipo de torturas a su corta edad, creándoles traumas que aún con ayuda psicológica quedarán en su psiquis por siempre.

Este negocio mundial ha crecido en los últimos años, pero especialmente mucho más en los últimos meses.

Las noticias no lo anuncian, solo dan noticias sobre desapariciones esporádicas, sin informar sobre la verdadera razón. Sea por la razón que sea, por no alterar a la audiencia o por tratar de mantener la situación pública bajo control lo único que hacen es lo incorrecto, haciendo que la gente siga su vida normal evitando el problema y no tomando las precauciones necesarias del momento.

En silencio y sumido en mis pensamientos manejo mi Bugatti La Voiture Noire por las calles oscuras siendo iluminadas solo por las luces de las farolas a los lados mientras dos autos de gran tamaño y negros van detrás de mí, siguiendo cada uno de mis movimientos.

El primero es manejado por Emmett Baker, un hombre alto de contextura fuerte que me acompaña hace años, siendo como mi mano derecha mientras que el segundo auto es manejado por Oliver Lee, hombre que fue aceptado en el clan hace pocos años.

¿Cómo pudimos fallar de tal manera?

Pienso apretando el volante entre mis manos como si eso fuera a aliviar la rabia que siento.

¿Cuándo desalojaron la bóveda? ¿Hace cuánto tiempo esta vacía?

¿Fue por falta de investigación? ¿Una falla en el equipo? No, imposible.

Yo no fallo, yo nunca fallo...

Saco una de las manos del volante y la guío hacia uno de los lados asiento del conductor donde me siento, allí se encuentra un control de botón a distancia activador de entradas.

Lo presiono en el centro y veo a lo lejos como las rejas altas de color negro se abren de par en par unos metros más adelante. Para cuando llego ya están completamente abiertas, lo que me permite adelantar el auto entrándolo sin ningún tipo de problema.

Detrás de mí entran los demás, siendo Lee el ultimo y apretando el botón que conserva su vehículo, así como cada persona dentro del clan para entrar y salir seguros.

Me dirijo a la rampa por uno de los costados dando acceso al garaje debajo de la estructura y lo detengo en mi lugar reservado, el cual no solo ocupa un puesto, sino cuatro juntos ya que pienso utilizar mis privilegios de líder tanto como quiera aún en lo más mínimo.

Lee estaciona su auto y baja del mismo al igual que yo lo hago. Comienzo a encaminarme hacia la zona de tiro también dentro de la parte inferior del lugar, con la mentalidad de dejar todo ahí cuando paso soltándole en el aire la mochila y saco que llevo colgando de mi brazo haciendo que este se apresure desesperadamente a atraparlos sin dejar caer ninguno de los dos.




Dejo salir un tiro tras otro de mi pistola todos dando perfectamente a la cabeza de la figura blanca contrastante en el fondo negro.

Me encuentro parado detrás de una barra de metal no muy gruesa, sobre ella una variedad de balas que me permiten el acceso rápido de recarga, y frente a mí diferentes dianas, de distintos tamaños, posiciones y colores, algunas de figura redondeada y otras de personas con números en ellas que indican el puntaje de cada tiro.

Vindicta ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora