WANGXIXIAN

Capítulos 1-7

CAPITULO UNO

Ese día hacia más frío que los anteriores, del cielo caían pequeños copos de nieve dando inicio al primer día de invierno. El lugar que siempre se encontraba en murmullo apacible constante de repente se vio envuelto en unas oleadas de ruidos y llantos que marcarían un día importante en esa pequeña comunidad. Los ruidos provenían de la sala de parto. Dentro de esta, había una madre con dos hermosos conejos tan blancos como la misma nieve que caía afuera.

- Han nacido dos mi señor, ambos machos – decía la médica de la familia.

En una camita al lado de la madre, se encontraban dos gemelos, los próximos líderes de la secta.

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Ese mismo día, en un lugar donde la primavera era eterna, nacía un pequeño zorro, tan negro como el carbón.

- ¡Es un varón! – gritaron las parteras - ¡Un hermoso y adorable varón su señoría!

Por supuesto, la noticia no tardó en llegar a cada rincón de esa comunidad. Los gritos de júbilo no se hicieron esperar ocasionando que la noticia se disparara tan rápido como si de un tifón se tratara. En la base de la montaña las pequeñas colectividades provenientes de los cuatro continentes no tardaron en recibir la noticia y retransmitirla.

- Después de tres siglos, por fin hay un heredero de los zorros – comentó una vendedora.

- ¡Y no solo eso, NEGRO! ¡Un zorro negro! – exclamo otro vendedor.

- ¡Hace milenios que no nacía un zorro negro! ¡Estaremos bendecidos! ¡Rápido y saca todo lo que tenemos para vender esposa mía, debemos seleccionar el mejor regalo para el próximo gobernante!

El bullicio callejero era más abrupto que lo habitual, después de todo no todos los días nacía el heredero de la montaña celestial.

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Mientras los días pasaban, la noticia llegaba a cada rincón de los cuatro continentes. Todos y cada uno de los líderes de las sectas estaban ansiosos por dar a conocer a sus descendientes y mejores discípulos en el gran concilio centenario. En este concilio se debatía temas de seguridad, recursos, amparos, cooperaciones entre cada secta y los futuros pretendientes al trono de la montaña celestial.

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Pasaron 15 primaveras desde esa fecha, hasta que por fin se cumplió el tan esperado centenario.

Barcos, con tan diversos colores y estandartes, llegaban de todas las direcciones y los cuatro puertos se convertían en pequeños focos de alborotos y reencuentros. Los puestos de comida y artesanías florecían bajo las luces de los faroles que iluminaban las calles al atardecer.

Entre toda la multitud que ahora componía la base de la montaña se podían diferenciar claramente cinco grandes sectas, no por su tamaño, sino por su impronta. La secta JIAN, las serpientes de agua, con sus características ropas de colores violáceos. La secta JIN, los pavos reales, mostrando sus ropas en tonos de amarillos con bordaos de oro e incrustaciones de piedras preciosas. La secta WEN, los fénix, los cuales el rojo era su color más distintivo. La secta NIE con ropajes verdosos con bordados de oro. Y la secta LAN cuyas túnicas, mayoritariamente blancas, muchos decían que hacían acordar a procesiones fúnebres.

La tarde fue dando paso a la noche y con ello cada secta fue a pernoctar a sus respectivas posadas.

Al alzarse el sol, dio principio al pequeño murmullo matutino de las calles. Luego este murmullo sería reemplazado por ruidos e inquietudes provenientes de cada secta que estaban más que ansiosos de comenzar el ascenso. Entre toda la barahúnda, unos sonidos provenientes de flautas anunciaron el comienzo de la procesión. Las cuatro puertas ubicadas cerca de cada puerto se abrieron evidenciando hermosas sacerdotisas que inmediatamente reverenciaron a los invitados y manifestaron el número máximo de invitados por cada grupo. Cada secta se anunció, eligió a sus representantes, dio su ofrenda y empezó a subir por las escaleras.