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Lo siguiente que viste fue a vincenzo ser esposado y llevado a la policía.
Sus ojos te miraron por última vez e hiciste lo mismo.
Regresaste a lo que sucedía cuando lo viste desaparecer por el elevador junto con los hombres.
—Señor Jang, tiene que venir, no se tarde—dijo uno de ellos y entonces entendiste que ellos también estaban comprados por Hanseok.
Te acercaste a las escaleras y te dejaste caer a un lado de Hanseok.
—¿Qué hiciste?—fue lo único que pudiste preguntar.
—Hola doctora, que guapa está — te miró y sonrió.
No iba a mentir, porque hace años la diferencia de edad le jugaba de muy mala forma en la cabeza, sobretodo cuando te follaba y la niña tierna de seis años se le venía a la mente. Se sentía sucio. Pero ahora ya no.
Llevaste tus dedos para limpiar sus mejillas húmedas y cerró los ojos al sentir tu tacto.
—Descubrió a Jang Hanseok—dijo como si nada sin abrir los ojos, te extrañaba a niveles extremos.
Ni siquiera lo mirabas, solo podías ver tus botas negras de tacón chocar una y otra vez en un movimiento nervioso. Llevaste tus manos a tu falda marrón de tablones y la alisaste con tus dedos, hacia frío así que debajo llevabas medias negras. Te habías puesto bonita para él.
—No eres el chico del que me enamoré—giraste tu cuerpo hacia él y sus ojos te prestaban total atención—¿quién eres?
Y en respuesta sólo obtuviste su boca cálida chocando con la tuya, sus manos sostuvieron tu nuca para que no te alejaras y a diferencia de la última vez, en esta le correspondiste.
Introdujo una de sus manos dentro de tu blazer negro y sostuvo tu cintura. Llevaste una de tus manos a su cuello pero la retiraste cuando sentiste un apósito.
Sin embargo, él nunca dejó de besarte y la misma mano que se había colado entre tu ropa ahora estaba acariciando tu pierna y cada vez su mano subía un poco más.
—No soy quien tú crees, solo me adapté a ti— su cálido aliento chocó contra tu cara—todo porque no quería hacerte daño.
—Hanseok, tú podrías tener otra vida... una muy diferente a esta ¿por qué no te detienes?— tus dedos buscaron su mano.
—¿Yo? ¿Qué más podría hacer? Desde que tengo memoria todas las personas me han dicho que nunca debí haber nacido, que no merezco ser amado y ¿sabes qué? luego llegas tú con tu cara, ojos y sonrisa bonita haciéndome creer que todo eso es falso— su voz delataba mucha frustración— hace dos años te dije que si te quedabas dejaría Babel y haría lo que tú quisieras— soltó una risa— ¿y qué hiciste? Te fuiste, me dejaste... te pedí de rodillas que te quedaras y no lo hiciste, me desechaste como todos lo han hecho.
