Capítulo 1: Damiano

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Desde muy pequeño siempre he tenido una afición muy particular por observar a las personas, me gusta verlas no importa lo que estén haciendo, me encanta mirarles

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Desde muy pequeño siempre he tenido una afición muy particular por observar a las personas, me gusta verlas no importa lo que estén haciendo, me encanta mirarles. Me han llegado a llamar pervertido o acosador pero no entienden que en realidad les estoy contemplando como si fueran la mayor obra de arte que mis ojos hayan visto.

Precisamente estaba haciendo eso cuando Minerva se estaba preparando para darse un baño de tina, a ella en particular me gustaba más verla, era como un ángel, solo ver su rostro era un placer culposo. Era mi ángel.

Por instinto mi mano descendió a mi entrepierna cuando ella dejó caer su camisón al suelo quedando desnuda, alcance a dar un pequeño apretón cuando de pronto alguien me sacó de allí con un rotundo empujón.

—Si te vuelvo a encontrar mirando a Mini te mato ¿Me escuchaste? —exclamó muy ofuscado Santino. —Maldito enfermo —añadió antes de darme un puñetazo en el rostro, sin dejarme hacer o decir nada, salió de allí.

Donatella rápidamente llegó donde estaba yo y tomo mi brazo para llevarme a una de las habitaciones. —Cuantas veces te he dicho que Minerva queda fuera de todo esto? —dijo tratando de mantenerse calmada.

—Solo la estaba viendo, jamás he entendido por que la sobreprotegen tanto como si fuese un cristal a punto de romperse... —exclame algo molesto por la situación.

—Minerva es como el diamante más preciado de esta familia, no se mira no se toca, ni se le hace nada —Dona sacó un cigarrillo y lo encendió. —Ella es algo así como el seguro de vida de todos, pero si no anduvieras tan ocupado corriéndote pajas en los pasillos sabrías porque.

—Claro, se me olvida que tú haces cosas mucho más importantes como por ejemplo cogerte a cuanto ser humano se te cruce —dije cruzándome de brazos.

Ella dejó salir el humo de su boca casi ahogándose y me miró fingiendo estar ofendida -Sabes muy bien que eso no es así -exclamó.

—Vas a decirme que ocurre con Minerva o no? —pregunté.

—La van a comprometer en un par de meses y el hombre especificó que la quería intacta, nuestra familia y de ese hombre debe unirse cueste lo que cueste, el tipo también pertenece a la Svaty —comentó ella.

Levanté las cejas en señal de sorpresa e hice una mueca -Mínimo deberías averiguar quién es el tipo, quizás hasta nos lo cogimos -dije haciendo hincapié en lo último.

—No soy tonta Damiano, lo he intentado pero sabes cómo es nuestra tía, además solo me dijo que era un amigo de la familia y por Dios! Casi toda Roma es amiga de nuestra familia —exclamó ella.

—Amigos por conveniencia que es distinto —finalice.

—Lo que si sé, es que es extranjero...

***

El golpe de Santino me había dolido pero eso no quitaba que no pudiera fantasear con Mini, nadie tenía por qué saber lo que ocurría en mi cabeza. Y si bien sabía que no era correcto verla de otra forma, contemplar su belleza para mí era especial y eso no la dañaba en absoluto.

Estaba en la cocina comiendo un par de fresas, me encantaban aparte de ser deliciosas eran hermosas, si pudiera coger con ellas lo haría. Minerva entró viéndome con su dulce expresión de siempre y se paró a mi lado sonriente.

—¿Que tramas primo? —preguntó ella.

—Follar con las fresas —exclamé provocando una carcajada en la contraria.

—Siempre tan payaso... —Musitó —Oye ¿te puedo preguntar algo?

—Adelante belleza dime...

—Si te tuvieras que casar obligado ¿Que harías? —preguntó ella jugando con sus dedos.

—Depende

—¿De que depende?

—Si la persona con la que me quieren casar coge bien o no —Dije riendo.

—Es que contigo no se puede hablar nada enserio! —dijo ella dándome un ligero golpecito en el brazo mientras sus mejillas se sonrojaban.

—Por qué mejor no eres sincera y me dices que no quieres casarte?

—Okey... te diré la verdad, estoy enamorada y por eso no me quiero casar, aparte el tipo es mayor y me da asco, ni siquiera lo conozco pero solo sé que me repugna pensar que sea un viejo —exclamó ella.

—Comprendo... ¿Enamorada de quien? —pregunté con un ligero toque de autoridad, debía admitir que estaba sintiendo celos.

—Es un soldado americano, su nombre es...

En ese momento entró Dona haciendo todo un alboroto con sus risotadas que tanto la caracterizaban. -Que hacen? -preguntó.

—Solo estábamos charlando pero yo ya me debo ir —dijo Mini.

Vi como ella se alejaba y mire fijamente a Dona.

—Minerva tiene novio —exclame. —Al parecer eso de no se mira y no se toca no les salió como querían —dije feliz de ver su expresión.

—Eso no puede ser... No sabes lo que ese tipo nos haría si se entera que ella ya estuvo con alguien, tú no entiendes Dam, todos comentan que es un hombre muy peligroso y nosotros sabemos que la mayoría de personas que pertenecen a la Svaty no son de los trigos muy limpios.

Me quede un largo rato pensando en sus palabras, quería saber por qué había que temerle tanto a ese tipo, que nos podría hacer un simple idiota a nosotros los Martinelli? Nosotros mandamos en casi toda Italia, esto realmente no me gustaba y también quería saber quién era el maldito que podía pasar tiempo a solas con mi Ángel, y tenerla cerca, besarla, quizás tocarla.

—Por el momento solo sé que es un soldado americano, tendrás que ir a buscar sus tropas y coger con alguno para que te den información.

—No tengo problema en sacrificarme por la familia...

—Se supone que debería conmoverme? —pregunte riendo.

—Idiota!

***

Camine hasta el cuarto de mi tía y aprovechando que ella no estaba entré para ver si podía encontrar alguna cosa sobre el que sería el prometido de mi prima.

Busque en su escritorio pero no había mucho, ni siquiera un nombre o una dirección a la cual acudir, solo había una carpeta que llamo mi atención, comencé a leer lo que había en ella y quede totalmente paralizado con lo que decía -Ósea que mi tío murió en una sesión con los Svaty?- dije para mi mismo mientras buscaba algo que me pudiera decir mejor que pasó exactamente.

No había nada mas, seguramente en el sótano había más detalles pero solo había una llave existente y la traía mi tía colgando de su pecho siempre, era imposible poder entrar allí. Desde que éramos pequeños recuerdo que siempre se nos prohibió la entrada. Ahora quería saber mas y no iba a rendirme tan fácilmente, la familia era un nido de misterios y mi hambre por saber aumentaba cada vez más.

Aunque pensándolo bien, primero necesitaba una larga sesión de autocomplacerme, me había estresado demasiado con la situación y yo no funciono bien estando estresado.

Desiderio Where stories live. Discover now