Capítulo 5: Enfermo.

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―Estoy de visita―Dijo Lur. Y con permiso de Lady Glinda acompaño a un hombre llamado Shell, que está dentro atendiendo las necesidades de los enfermos.
―Diré que sí, y que está más enfermo que la mayoría―Dijo el Mono.
Gregory Maguire, "Hijo de Bruja".

|O|

Hacía casi un mes que Rachel no dormía bien, lo que, como es lógico, coincidía con la cantidad de tiempo que había pasado desde que Jamie fue secuestrado por su tío. Habían ocurrido demasiadas cosas horribles esa noche.

La visión de cuerpos humanos que yacían arrugados y muertos no se prestaba a la creación de sueños agradables, si a eso se le suma el hecho de que Rachel se había preocupado por la mayoría de ellos, las pesadillas resultantes eran inevitables cada vez que se atrevía a cerrar los ojos: veía a Kelly Meeker clavada en la pared por una escopeta, con su sangre goteando del cañón, veía los restos quemados y chisporroteantes de aquel trabajador de la central eléctrica, con estelas de humo que surgían de los trozos de carne crujiente que aún quedaban. Y, lo peor de todo, vería a Brady con el mismo aspecto que tenía antes de morir, intentando desesperadamente cargar su escopeta mientras Michael se tomaba su tiempo para subir las escaleras; Tanto ella como Jamie habían oído el disparo de la escopeta mientras corrían hacia el ático, lo que les llevó a un momento brillante en el que pensaron que el supuestamente indestructible Michael Myers había sido finalmente abatido... Qué equivocados estaban.

Rachel había asistido al funeral de Brady la semana siguiente.

El pobre Brady había sido mejor hombre de lo que ella creía.

Lo que más le enfurecía era pensar en la inutilidad de todo aquello. La gente había muerto tratando de proteger a Jamie de su tío, y aun así Michael había llegado a la pobre chica al final.

Cuando Rachel se despertó en la escuela, buscó a su hermana adoptiva por todo el edificio: en todas las aulas, en los baños de chicos y chicas, en la sala de profesores y en el despacho del director. Subió y bajó tres tramos de escaleras en un tiempo récord. Y después de haber buscado en cada centímetro del colegio, sin encontrar ningún rastro de Jamie, se había derrumbado en un patético montón en el suelo del vestíbulo, había puesto la cara entre las manos y había empezado a llorar a mares, segura de que su hermanita estaba tan muerta como su pobre perro, Sundae. Había pasado otra hora miserable y llena de culpa antes de que Loomis le diera la noticia de que Jamie estaba viva, más o menos a salvo, y ahora bajo la tutela de Michael Myers, quisiera o no.

Michael había conseguido lo que había venido a buscar y ahora Rachel no podía hacer nada al respecto.

Maldito Michael, pensó Rachel mientras se ponía de lado de la cama frente a la desordenada mesita de noche.

El despertador digital situado entre los frascos de Nyquil marcaba las 3:30 de la madrugada y ella aún no había conseguido conciliar un sueño profundo y, con suerte, sin sueños. La pelirroja se tumbó boca abajo, enterró la cara en la almohada y respiró su olor. Sólo faltaban tres horas para levantarse, conducir hasta la casa de los Myers, arrancar a Jamie de los brazos de Michael y llevarla al colegio. Luego tendría que dirigirse al instituto y luchar para no quedarse dormida en mitad de Literatura Inglesa.

Al menos suele estar sentada en la acera esperándome. O escondida entre los árboles, si hay demasiada gente, pensó Rachel. Rodando, se hundió de nuevo en la almohada y suspiró mientras cerraba los ojos. No creo que pueda soportar entrar en esa casa y ver a Myers cara a cara.

Sus ojos se abrieron de golpe cuando una mano, áspera e inhumanamente fuerte, le tapó la boca, asegurándose de que su primer grito de pánico quedara cortado. Otro brazo la rodeó con fuerza por la cintura mientras la arrancaba violentamente de la cama, y luego la metió bajo uno de los brazos de su atacante como si fuera un tubo de alfombra enrollado. Cuando sus manos se alzaron para intentar soltar los grandes dedos que la rodeaban por la boca, un rayo de luz de la luna que entraba por la ventana cayó sobre el rostro de nada menos que Michael Myers, tiñendo la máscara blanca de un brillo azulado y etéreo.

Lo que él quiere ||Michael Myres//HalloweenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora