Tres partes de destino (Parte I)

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Jin Ling lo escuchó esa tarde, en un pueblo de Yunmeng Jiang. Tenía a Hada entre sus piernas y estaba sentado en las piedras frente al río mientras aún lloraba por las palabras de su tío, cuya reclusión parecía una certeza irrefutable. Zidian giraba entre sus dedos.

«Adorar a este par de figuras da el doble de suerte y el doble de invencibilidad», dijo la anciana mientras admiraba el nuevo altar, «es de muy buena suerte».

Jin Ling solo escuchó esa vez y grabó los nombres de ambos. El dios inmortal de la chatarra y el rey fantasma. ¿Qué clase de dioses serían esos para adorar? ¡Tonterías! Pero los miró, con ansiedad. La figura de ambos en tallas humildes.

«Ellos escuchan las oraciones de las personas comunes», insistía la anciana, como si tuviera que demostrar su punto a los incrédulos, «Salvaron a mi padre».

Jin Ling no tuvo padre ni madre; la guerra, el complot y la desgracia se los había arrebatado antes de poder memorizar uno de sus rostros o tan siquiera sus voces. Jin Ling tenía dos tíos que fueron como sus padres y cuidaron de él: uno participó en el complot que le dio la muerte a su padre para tomar el poder, el otro estaba encerrado y desecho. Los ojos de su jiujiu se encontraban tan vacíos, tan... parecía un cascarón hueco cuando fue a llorarle para que regresara.

Le pidió tiempo. Darle tiempo. Jin Ling no sabía ser paciente, pero tendría que hacerlo.

No sabía ser líder, pero tendría que hacerlo.

Hada se plegó a él en un gemido lastimero. Se subió sobre sus patas para alcanzar las lágrimas que mojaban de nuevo su mejilla. Se sentía tan duro, tan solitario. No quería volver y seguir escuchando los cuchicheos de los pasillos, los reclamos frente a su rostro, las acusaciones sobre su xiao shushu y las burlas sobre su jiujiu. Se sentía desamparado.

Pero tendría que ser fuerte. Esperaría.

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Semanas más tarde, la petición del heredero de la secta Lanling Jin dejó sorprendidos a los ancianos. Jin Ling tuvo que gritar, patalear y rabiar para que hicieran caso a su solicitud. Odió la mirada displicente de la mayoría de ellos. Odió la forma en que sacaban a su xiao shushu a colación para lastimarlo.

No, no iba a correr a Muelle de Loto para llorar ante la habitación cerrada de su jiujiu como algunos se atrevieron a decir. No, no iba a flaquear aún si sentía que estaba caminando en una piscina afilada de espadas que atravesarían su piel.

A pesar de los cuchicheos y de las malas intenciones que hubo entre muchos de ellos, y cómo los otros líderes empezaron a cuestionar en los pasillos, las estatuas de ambos dioses fueron instaladas en el interior de sus aposentos.

En la habitación, Hada miraba las estatuas con fascinación, como si quisiera morderlas a placer. Jin Ling le instó con un movimiento en su correa, antes de hacer una reverencia ante ellas, tras haber encendido el incienso y colocar sus ofrendas.

—Dios inmortal de la chatarra, rey fantasma, solo tengo dos peticiones —cerró sus ojos, juntando sus manos sin inclinarse, pues había escuchado que al dios inmortal no le agradaba eso—. Mi jiujiu es el líder de la secta Yunmeng Jiang. En este momento está recluido, no quiere ver a nadie y ha dejado el poder a cargo de su segundo al mando. Yo... pido por su protección y fuerza. Que mi tío pueda salir pronto... que todo lo que le duele se vaya. Yo... yo no soy lo s-suficiente f-fuerte. L-lo voy a intent-tar. Pero él... él necesita fuerzas. Dios inmortal de la chatarra, tú... ¿p-podrías darle de t-tu fuerza?

Tres partes de destino y siete partes de valor (MDZS / TGCF)Where stories live. Discover now