1. - Prólogo

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Esta historia contiene muchas escenas fuertes y de violencia. Se presentarán abusos e injusticias como una cruda realidad por la cuál el personaje cruzará.

Siempre supe que el mundo era una mierda. Siempre supe que nada bueno me esperaba en esta vida llena de desgracias y dolor.

Mi padre era un joven cazador, un experto en su labor. Pasaba días enteros cazando para traer algo de comida a nuestra mesas, y eso preocupaba mucho a mi madre.

Ella era la mujer más amable que jamás había conocido. Poseía una sonrisa que brindaba una paz que nunca había sentido. Y en sus ojos podía ver un profundo mar lleno de rebosante vida.

Como se esperaría de mi a mi corta edad, mi padre me enseñó el arte de cazar.

Hubiera anhelado tener un minuto más de tiempo a su lado ahora mismo que tanta falta me hacia. Un día fue de cacería como de costumbre, y jamás volvió.

Mi madre entonces enfermo gravemente. Fue cuando entre en una gran desesperación y acudí a las plantas medicinales que mi padre me había enseñado a lo largo de nuestras travesías en el bosque.

Reuní tantas como pude, de todos los colores que recordaba y de tantas formas como podían ser.

Pero al llegar a casa descubrí que era demaciado tarde. Ella había expirado su último aliento con una lagrima corriendo por su mejilla, con el dolor de una madre al dejar en un mundo tan hostil y peligroso a su único hijo.

Aún recuerdo el calor que desprendía en vida, su voz al hablarme y su tacto al acariciarme.

El haberla perdido luego de mi padre fue un golpe del cual no creía poder escapar. Me sentía abrumado por el silencio y la soledad a mi alrededor. Con los días la comida se agotó, por lo cual me vi en la obligación de cazar para alimentarme.

Fue entonces que aprendí que la vida jamás sería fácil y cómoda. Que si quería obtener algo debía obtenerlo con mi propio esfuerzo. Incluso, si debía acabar con la vida de otro.

También me dedique a descubrir las funciones curativas de cada planta medicinal que había recolectado hasta ese entonce, pero muchas veces terminé intoxicado y días enteros bajo la luz del sol enfermo, con ansias de morír. ¿Quién hubiera dicho que antes de consumirlas se debían preparar?

Estaba ya cansado de vivir a tan solo mis quince años de edad. Siete años luego de la muerte de mi madre.

Estaba totalmente solo. Ya dominaba algo la caza y recolección de recursos, y había enfocado mi vida a una rutina que terminaría por consumirme antes de tiempo.

Dio la casualidad que un día me encontré con otro cazador en el bosque. El me contó que en la ciudad el vendía lo que cazaba, y con eso podía ganar algo de dinero.

Admirando mis hazañas, me recomendó visitar la ciudad con algunas pieles de animales para poder venderlas. Me recomendó algunos locales a los cuales podría acudir y nos despedimos tras una larga charla.

Me tome varias semanas para poder realizar ese viaje con buenas pieles y algunos suministros que me harían bien durante el camino.

Fue un viaje largo de tres días exactos. Llegué una mañana a la ciudad. Había tanta vida en ella que me resultaba difícil de creer. Pero no sentía asombro por lo que veía, o me había maravillado de alguna forma humana.

En su lugar nada me había sucedido. No sentía nada. Era algo que me daba absolutamente igual.

Por las pieles que lleve me terminaron pagando unas cuantas monedas de cobre. Una moneda pequeña sin mucho peso y de poco valor que se encontraba parcialmente oxidada.

La Desolación Del AventureroWhere stories live. Discover now