14. - Capítulo III: La Pequeña Esclava

6 2 0
                                    

— ¿Que tal está? — Preguntó de forma repentina Lancaster a la pequeña Niriliam.

Ella, respondiendo a la repentina pregunta, simplemente asintió algo nerviosa. Lancaster sonrió un poco antes de pedirle que continuará comiendo.

La verdad, es que verla comer le generaba una alegría que no podía describir exactamente. Aún así, podía percibir el desagrado de las personas a su alrededor. Estaba rodeado de odio, pero intentaba que Niriliam estuviera ajena a ello.

Cómo padre que fallo en su labor, ahora procuraria hacerlo bien. No estuvo presente para ellos, lo haría ahora con ella. Después de todo, ambos se parecían bastante.

Después de que ella terminará de comer, Lancaster pagó la comida y volvieron a la casa, donde se reunieron nuevamente con Nakisha, la elfa.

— Iremos al reino de los elfos — Dije al aire, esperando algun comentario por parte de Nakisha o Niriliam.

— ¿Qué? — Fue la respuesta rápida de Nakisha, quien estaba desconcertada. — ¿Ahora?

— No, pero esta decidido. Además, será un cambio de aire necesario para las dos. — Dije. Nakisha no parecía oponerse, aunque tampoco parecía de acuerdo. — Niriliam, ¿Puedes ayudar a Nakisha a levantarse?

Ella asintió y tímidamente se acercó a Nakisha, quien se sento en la cama cerca del borde, posando sobre el suelo sus piernas de madera y apoyandose cuidadosamente sobre Niriliam. Al final logró ponerse en pie, y Niriliam no se le apartó del lado en ningún momento.

— Debemos continuar tus ejercicios, o jamás tendremos avances. — Le comenté.

Pobre hombre, ¿de dónde obtiene sus fuerzas para seguir adelante? ¿Cómo es posible que ignore la muerte con tanta facilidad, como si nada fuese?

Cuidar de ambas cuando su estado se lo imposibilita. Su corazón y mente están destrozados y perturbados, y aún así no mira su bienestar o intereses. No está preocupado por esas irrelevancias. Si moría lo haría, punto final para su historia.

Pero los dioses no permitirían que algo así sucederiera, no en el caso de que ellos realmente existieran.

Durante el resto del día ejercieron una rutina para Nakisha. Lancaster en un momento tuvo que salir, en búsqueda de algún carruaje que los llevara hasta muy lejos. Por suerte, habían personas dispuestas a llevarlos hasta el reino elfico por una decente suma de dinero, suma que Lancaster pagó sin muchos contratiempos. También estaba a cargo de estrictas horas para el viaje y resolver casi cualquier inconveniente que ocurriese a lo largo de trayecto.

Al volver a casa les contó que partían a altas horas de la mañana. El atardecer desapareció rápidamente y a la noche ya estaban durmiendo. Esta vez compartiendo la cama entre Nakisha y Niriliam.

Es extraño... El calor lo había olvidado. Es tan reconfortante.

Mi padre, sabía que clase de vida tendría. Intentó evitar que eso sucediera, y mi padre falleció por intentarlo. Los humanos son crueles, en serio crueles. Pero, no hay nada que pueda hacer.

Látigos, látigos, y más látigos. Aceite hirviendo para callar nuestras lágrimas. Es horrible.

Un golpe despertó repentinamente a Niriliam. La luz solar ingresaba por la ventana. Ella se encontraba acostada en la cama. Nakisha no estaba a su lado y Lancaster acababa de entrar.

— Veo que has despertado. ¿Todo está bien?

La pequeña al ver a Lancaster ingresar se levantó rápidamente. Entendía que era la última, por tanto, también estaba atrasandolos a ellos. Esperaba alguna clase de castigo, por lo cual pidió perdón varias veces mientras ocultaba su mirada y posicionaba sus manos hacia el frente, esperando el agudo dolor de los látigos.

La Desolación Del AventureroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora