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Seokjin caminaba a pasos suaves, tristes igual que la expresión en su rostro, encaminándose al palacio con un obsequio para el Emperador, sus manos cargaban un cofre de madera pequeño y bastante ligero. Los guardias le dejaron entrar sin gran inconveniente para entonces ser guiado por un sirviente hasta el salón del trono donde se encontraba el Emperador y un grupo de sacerdotes.

— Jin, es bueno verte por aquí. — saludó alegremente el alto ordenando a sus acompañantes abandonar el salón.

— Buenas tardes, mi Señor. — saludó formalmente haciendo una reverencia. — Hoy he venido a entregarle un obsequio.

— No lo he pedido yo... — replicó Jungkook con cierta confusión. — ¿Fue Taehyung?

— No, pero sí es para él.

Jungkook le pidió que lo acompañase a la mesa del salón para tomar asiento y el joven pudiera descansar dejando el regalo allí.

— Es algo que le gustó del bazar, y sé que no se atrevería a comprarlo.

— ¿Puedo verlo? — pidió y el ojeroso concedió con la cabeza. Jungkook abrió la caja encontrándose con un adorno extraño, como un collar muy grande y una especie de falda cuya tela transparentaba todo.

— Es un adorno para la cadera, le dije que podría usarlo desnudo, no obstante creo que algo que lo cubra más le hará sentir mejor.

— Entonces espero que se atreva a usarlo. Te lo agradezco, mañana le diré a Namjoon que te de el dinero por esto.

Seokjin apartó el rostro como si lo hubieran abofeteado y una mueca de molestia se instaló en su rostro. Jungkook supo inmediatamente, dado los años que llevaba conociendo al artesano, que algo andaba mal con él y que seguramente estaba ligado con el general de su ejercito. El Emperador le pidió a una doncella traer una botella de vino y servirla, cuando ella se retiró habló:

— ¿Qué ocurre? Y no te atrevas a mentirme Jin, sabes que te conozco muy bien.

— Es sólo Namjoon, ya no estamos juntos.

— ¿Cuál es la razón? — inquirió dándole un sorbo a su copa de vino.

— Ya he tenido suficiente de él y sus desplantes, siempre hay algo más importante que yo para él. — contestó con voz triste.

— Es un general del ejército.

— Es la misma excusa que él ha puesto. — contestó molesto haciendo un puchero.

— No es una excusa. — suspiró, sabía que decirle eso no lo convencería. — Escucha Jin, estás siendo irrazonable.

— ¿Así le llama usted a que me deje plantado siempre? — refutó casi exaltado, de ser otro ya estaría en el calabozo por levantarle la voz al Emperador, pero Seokjin y Jungkook se conocían desde hace mucho antes de llegar a la pubertad y se tenían gran confianza. — Nunca tiene tiempo para nosotros y no es la manera de continuar una relación.

— Tampoco la de terminarla.

— Estoy cansado, señor, cansado de ser la última cosa importante en su vida. Supongo que yo ahora puedo darle ese mismo lugar en mi vida.

— ¿Estás seguro de eso? Sé que no quieres esto, Jin; sin embargo, crees que es la mejor salida.

— Si me sugiere hablar con él... eso sólo le dio una prórroga a su siguiente desplante.

El Emperador suspiró exhausto, dar charlas de ayuda nunca fue ni será su fuerte, pero no podía dejar a la pareja así, ambos eran amigos cercanos de él, y quizás si lo pensaba bien aquello era su culpa.

— Si Namjoon ha estado tan ausente es por mi culpa, yo le he pedido que trabaje más tiempo del debido por un problema con Roma. — explicó esperando apaciguar la ira del mercader. — Sabes que un soldado no puede negarse a las órdenes del Emperador. Si a alguien has de culpar, entonces que sea a mi.

— lo siento... — murmuró Jin algo avergonzado.

— Yo también siento todo esto, Jin, pero te prometo ser más considerado con él. Ahora, y si mi memoria no me falla, Namjoon debería estar en el campo de entrenamiento con los soldados más jóvenes y creo que deberías hablar con él.

— Gracias, mi Señor.

"Ahora, mi propio propósito será convencer al pequeño angelito de usar este provocador atuendo para mi."

( ... )

Seokjin caminó a pasos inseguros hasta el campo tras el palacio donde entrenaba el ejército griego, se escondió tras un pilar espiándolos en tanto que sus ojos buscaban a su pareja, lo encontró en el medio del campo vistiendo a penas la parte inferior de su armadura, a visión de sus bien definidos músculos le hicieron suspirar; escuchó órdenes y gritos, gruñidos y jadeos de los soldados hasta que logró armarse de valor y avanzar hacia Namjoon. Estaba asustado.

— ¡Descansen! — dictó el general al ver a sus subordinados tan cansados. Al darse vuelta se encontró con el ojeroso. — Seokjin... — jadeó.

— Hola, Nam.

— ¿Qué haces aquí?

— Entregaba un paquete al Emperador, y... pensé que deberíamos hablar.

El castaño asintió. La pareja se movilizó hasta el cuarto de baño de los soldados, pidió que nadie más entrara, entonces podrían hablar con privacidad y calma. El ojeroso lucía nervioso y aún un poco molesto, Namjoon compartía uno de esos sentimientos, los nervios.

— El Emperador me contó acerca de tus tareas extras, dijo que te pidió quedarte hasta muy entrada la noche. ¿Por qué no me dijiste sobre ello?

— ¿En qué momento debía hacerlo, antes o después de tus gritos mientras me echabas de tu casa? — ironizó con una sonrisa tierna no pudiendo enojarse con el adorable doncel.

— Lamento eso, soy muy impulsivo a veces.

— Eso ya lo he comprobado. — el rubio abrazó el delgado cuerpo del mercader viéndolo tan sonrojado y nervioso. — ¿Eso significa que puedo ir esta noche a tu casa?

— ¿Sabes que a cualquier soldado a quien lo encuentren en una comprometedora situación dentro del campo de entrenamiento se le expulsa del ejército? — le dijo mientras cargó a Jin por las piernas haciendo que el joven se sujete del cuerpo ajeno y enrolle sus miembros alrededor de la cadera de Namjoon. — Ahora mismo voy a hacerte el amor y no me importará dejar de ser general; así de importante eres para mí.

— Soy un mal hombre, he dudado de tu palabra y de tu amor por mi.

— No es tu culpa, he sido yo quien te dió las razones para ello.

— No volveré a cerrarte la puerta de mi casa.

— Sé que no lo harás porque de ahora en adelante vivirás conmigo. No estoy dispuesto a que mi esposo duerma en otra cama que no sea la mía.

— ¿Tu esposo?

— Oh, cierto, agapi mou, debí preguntártelo antes, ¿te molestaría hacer un anillo para tu propio dedo? Juro por mi honor pagarte. — le dijo con una sonrisa entre dulce y bromista en el rostro dejando a Jin anonadado.

"Esposo..."

...

autor(a) original: Alex-Mendoza-Neira
© 2021

a los pies del emperador. kookvWhere stories live. Discover now