Capítulo 3: Damon

107 10 1
                                    


¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¿De dónde coño ha salido tanta gente? ¡Me han jodido el plan! De muy mala ostia recorro el hospital en dirección a la salida. Lo único bueno de todo esto es que al menos la chica no sabe nada. Cuando anoche interrogué a la enfermera y me dijo que era una Gilbert, miembro de una familia fundadora, temí lo peor. Pero ha respondido a mi compulsión, he visto los análisis y sé que no toma verbena, y cree que mis colmillos solo fueron un efecto de la conmoción. Mejor para mí.

Lo malo, que cuando iba a asegurarme de que lo creyese así para siempre y no se lo contase a nadie, ha empezado a entrar gente en la habitación y no he podido usar la compulsión. Y todo por un maldito instante de duda, si no se pareciera tanto a Katherine no habría dudado, ¡joder!

Choco con un chaval y eso me saca de mis pensamientos.

- Ten más cuidado. – me gruñe.

Lo examino de arriba abajo sin inmutarme. Es un adolescente de largo pelo castaño que le cae sobre la cara. Toda su ropa es negra aunque no la luce como yo, obvio. También lleva muñequeras con pinchos. Hago un gesto de fastidio, lo que me faltaba, un emo.

- También puedes mirar por dónde vas. – paso a su lado haciendo un gran esfuerzo de autocontrol.

Mi instinto me anima a estamparle contra la pared y clavarle mis colmillos pero me recuerdo a mi mismo que no debo llamar la atención. Ya arriesgué demasiado anoche controlando a esa enfermera, pero estaba necesitado de información y sangre.

Para distraerme, saco las llaves del bolsillo y las lanzo al aire de forma juguetona, cogiéndolas con un seco movimiento de muñeca cuando voy a entrar en el coche. No he mentido al decir que me hospedo en la mansión Salvatore, aunque tengo que reconocer que a Zach no le ha hecho ninguna gracia. En el garaje he encontrado unos cuantos coches entre un montón de polvo, incluido un Camaro azul del 67 al que no he podido resistirme.

Conduzco hasta la mansión lo más rápido que me permiten los límites de velocidad y justo me encuentro con mi querido tío en el salón. Le saludo con una mueca y recibo una mirada de reprobación en respuesta. Subo a mi habitación y me meto en la ducha. Estoy vistiéndome cuando Zach entra.

- En serio Damon, ¿qué estás haciendo aquí? – el valor solo le debe de llegar para la pregunta, porque se queda en el marco de la puerta.

Zach y yo solo nos habíamos visto una vez antes de que volviera al pueblo la noche del accidente de los Gilbert. Katherine nos obligaba a hacer una visita de "cortesía" cada vez que un nuevo heredero Salvatore se adueñaba de la mansión, solo para recordarles quienes eran los verdaderos dueños y que los dejaríamos en paz si nos dejaban tranquilos. No me molesta que Zach me tenga miedo, la verdad es que lo disfruto.

- Estoy de vacaciones. – respondo en tono cansado. Es mentira pero no necesito que lo sepa, bastante tengo con no saber lo que estoy haciendo. No quiero a Zach dándome sermones.

- Damon, es un pueblo tranquilo. Hace casi ciento cincuenta años que no hay vampiros aquí. – me dice en tono suplicante.

- Y quiero que siga así, no tengo ninguna intención de provocar una cacería. Me confundes con mi hermano. – me burló sin poder evitar que algo de rencor pase a mi voz. – Ya te lo dije Zach, no me molestes y no te molestare a ti.

Me mira con el ceño fruncido, eso me recuerda tanto a mi hermano que estoy a punto de soltarle mi típico comentario: "¡No hagas eso o te saldrán más arrugas!", pero me contengo a tiempo y busco una camisa en el armario.

- El Consejo no lo ha olvidado. – me cuenta mientras finjo que estoy más interesado en los botones de la camisa. – Les suministro verbena, te pillaran si te metes con alguno de ellos.

Un comienzo diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora