Treinta y nueve

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Maratón 1/5

Narra Lando:

La cabeza me latía como si dentro de ella hubiera un bombo que no paraba de sonar. Intenté despegarla de la almohada pero el dolor intensificado hizo que la misma me volviera a atraer como un imán.

A medida que me despertaba trataba de recuperar la noción de mi cuerpo en el espacio, dándome cuenta que me encontraba boca abajo. Lentamente moví mi cabeza hacia a un lado de forma delicada para evitar el mareo pero me fue inevitable.

En el proceso logré divisar una figura al lado mío, pero no pude distinguirla completamente ya que mis ojos se cerraron fuertemente para tratar de calmar el mareo, aferrándome a la sábana, como si esta me otorgaría la estabilidad que necesitaba.

Cuando creí correcto comencé a abrir nuevamente los ojos, para que poco a poco la imagen que estos recibían fuera la misma que vi anoche por última vez. Ella se encontraba enroscada en el sillón que estaba justo al lado de mi cama, aún con su disfraz puesto.

Me incorporé completamente tratando de hacer el menor ruido posible y me quedé ahí sentado al borde de la cama con mis pies colgando de ella, sin apartar mi vista de Camille a medida que mi mente se comenzaba a llenar de los recuerdos de la noche anterior.

Y sí, aún borracho me acordaba de absolutamente todo lo que había pasado.

La cagaste Norris.

Mi sinceridad delante de todos dejando a Camille completamente expuesta, y la forma en la que me entregué a ella como nunca lo había hecho con ninguna.

La veía dormir exhausta haciendo que más recuerdos fueran completando la imagen del rompecabezas pieza a pieza, recordando lo difícil que se la había hecho, pero aún así ella me cuido durante toda la noche y todavía lo seguía haciendo.

Pero lo que no podía borrar de mi mente fue la frase que me dijo antes de dormirme. Esta resonaba en mi cabeza constantemente dándome a entender que por primera vez ella no había elegido el camino fácil, que era huir como siempre de los problemas, sino que estaba acá al lado mío, aún sabiendo que cuando despertara se iba a librar la peor de las tormentas y no tendría a mano ningún tipo de salvavidas.

···

Las revoluciones de estómago son divinas cuando de mariposas se trata, pero estas sin duda no eran mariposas, por lo que salí corriendo al baño de la habitación olvidándome de la delicadeza haciendo que el ruido, que yo mismo provocaba, no colaborara con mi dolor de cabeza.

Las arcadas seguidas del vómito no cesaban, por lo que me aferré bien fuerte al inodoro haciendo que las venas de mis brazos se pusieran a flor de piel. Pero estos comenzaron a relajarse cuando sentí el tacto tranquilizador de los dedos de Camille recorrer mi espalda desnuda.

La yema de cada uno de sus dedos me acariciaban al mismo tiempo que las uñas provocaban que por mi espalda se generara un pequeño escalofrío.

Vomité hasta que mi garganta no dio más.

Hasta que no tuve nada más en el estómago

Hasta que sentí que el alma se me salía, aunque su presencia a mi lado me la devolvía poco a poco con cada caricia.

Levanté mi cabeza lentamente para no marearme, lo cual otra vez fue inevitable, pero ahora no tenía ninguna sabana de la cual aferrarme por lo que sus ojos fueron mi sostén, como ella había utilizado tantas veces los míos.

Ella rompió el contacto al mismo tiempo que se paró, tomando un vaso del lavamanos, lo cargó con agua y acto seguido me lo tendió junto con una gran cantidad de papel que había enrollado en su mano para que limpiara mi boca.

Deja vú | Pierre GaslyWhere stories live. Discover now