1. Lágrimas de chocolate

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˚✧₊⁎  de preocupaciones innecesarias y lágrimas de chocolate

La primera vez que Vegeta empezó a sospechar no se lo dijo a Bulma.
Había un ambiente un tanto hogareño en casa, todavía no caía el otoño pero la chimenea ya estaba constantemente encendida, se horneaban galletas a montones y el aroma al café que tanto le gustaba despreciar atiborraba el aire de familiaridad.

Bulma pasaba cada vez más tiempo en casa, se movía con cierto aire patoso y horneaba y horneaba. Ella siempre olía a masa, a chispas de chocolate y un olor cítrico.
No lo miraba cuando se iba a entrenar al amanecer pero tampoco lo saludaba cuando volvía al anochecer.
Le preparaba almuerzos y no respondía preguntas, pero estaba radiante e incluso un despistado saiyajin como él podía notarlo.

Había intentado preguntarle porqué había abandonado su trabajo pero ella parecía reacia a responder. Lo besaba, le palmeaba la cabeza y murmura; no te preocupes por eso.

La cuestión es que Vegeta comenzaba a preocuparse y aunque no podía entender la razón sabía que involucraba el hecho de que la mujer actuaba extraño.

Habían pasado dos semanas desde que la vio salir de casa cuando decidió averiguar al respecto. A pesar de odiar los secretos simplemente no podía sacudirle la verdad, eso la haría enfurecer y él no buscaba mas que protegerla. Si es que había algo atormentándola, por supuesto.

La buscó en la cocina después de acabar su entrenamiento diario y como había estado pasando los últimos días ella se encontraba allí. Se movía al ritmo de una canción invisible y la tarareaba felizmente mientras pinchaba la masa de galletas.

Crujientes y quemadas. Hizo una mueca.

"Algo pasa." Espetó y eso fue todo. Esperaba que, acorralándola, ella confesara todo sin necesidad de más.

Bulma lo miró confundida y luego su ceño se deshizo en uno más aliviado cuando vio que era él.
"Estoy horneando galletas."

"Sí, eso es lo que pasa." Señaló la masa. "Todo esto, las galletas, el canto, los secretos. Algo te pasa y no sé que es."

"Quizá porque nada está ocurriendo." Bufó y reanudó su amasar.
Pero Vegeta, oh Vegeta no estaba para juegos.

"Has faltado al trabajo exactamente dos semanas y media, no sales de casa más que para regar las flores y ha dejado de venir tu madre."

"Ella está ocupada." Se quejó, con los ojos llorosos.

Vegeta la ignoró.

"No, tú le has prohibido la entrada y quiero saber porqué."

"No le he prohibido nada, ella y papá están de vacaciones en Europa y lo sabrías si alguna vez comieras con nosotros." Lloriqueó y de sus ojos saltaron pesados lagrimones de coraje.

Dio un paso atrás. La confrontación no estaba saliendo del todo bien y si no había querido preocuparla en un inicio mucho menos quería verla llorar, y por su culpa.

Suspiró, dio dos pasos hacia ella y la estrechó entre sus brazos. Bulma lloró en su pecho pero no se resistió al cariño y Vegeta, Vegeta amaba tenerla entre sus brazos.
Olía a galletas, a sol y a la cama que compartían.

La dejó desahogarse un poco más, sabía él de la raza humana muy poco pero si de algo era experto era en sentimentalismos. Su Bulma era un caracol sensible a las emociones y Vegeta era un volcán para afrontarlos.
Odiaba hacerla llorar pero afortunadamente, sabía como consolarla cuando lo arruinaba. Era experto limpiando los desastres.

"Lo siento." Susurró y le besó la cabeza.

"Está bien." Contestó ella y se sintió mejor al sentirla apegarse más a él. "Extraño a mamá."

"Lo sé." Olió su cabello, "¿vas a contarme por qué has dejado de ir a trabajar?"

Ella se apartó un poco para rozarle el inicio de barba con un cariño desbordante. Le sonrió entre sus ojos aguados.

"No tienes que preocuparte por cosas innecesarias ¿eh?" besó llanamente sus labios mientras rompía el abrazo. "Hice galletas."

Vegeta se mordió la lengua, le picaba la curiosidad pero incluso él sabía cuándo detenerse. Los ojos vidriosos de Bulma eran un indicativo de que las lágrimas seguían allí y tampoco deseaba verla llorar, de nuevo.

Se contuvo y la acompañó en su faena por picotear la masa.
Durante el resto de la tarde Bulma bailó por toda la cocina, le llenó el pelo de harina, delineó sus labios con chocolate derretido e hizo un desastre con la batidora.
Pero a Vegeta no le importó y la acompañó hasta que las galletas estuvieron listas, porque era lo menos que podía hacer por ella.

Para el final del día Bulma le llenó el estómago de galletas crudas y sus ojos ya no brillaban con tristeza sino, con amor.

Tardes de chocolate y anís  ˚✧₊⁎  mini-fic vegulmaWhere stories live. Discover now