1. De abuelas y bragas rojas

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Now I'm wasting time with Isabelle

Five foot sweet with skin like caramel

Five foot sweet with skin like caramel

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—Se metió una abuela en tu casa.

El chico echa una mirada confundida sobre su hombro, buscando a la supuesta abuela dentro de su casa.

Su frente está cubierta de sudor y su desarticulado cabello castaño grita por un peine que nunca llegará. Cuando vuelve a mirarme, me hace un escaneo láser de arriba abajo, sin pecaminosidad en sus intenciones. Intenta interpretar mis palabras sin éxito.

Genial, debe pensar que estoy loca. Y puede que haya visto todas las temporadas de Grey’s Anatomy más veces de las que puedo contar, pero prometo que todavía me queda algo de cordura. 

—Discúlpame por el silencio prolongado, no quise ser irrespetuoso. —Se seca el sudor con el antebrazo derecho mientras extiende su mano izquierda—. Soy Raven.

Entre la prisa por no llegar tarde a mi entrenamiento y por dar con el paradero de la jubilada que bien podría estar colgada de una rama y luego no recordar cómo llegó ahí, me olvidé de saludar. 

—Perdón por aparecer de improvisto. Soy Maxine, encantada. —Estrecho su mano, que está caliente y enrojecida por trasladar las cajas de mudanza—. Sé que recién llegaron, pero imagino que no estarán muy felices de tener una intrusa en su hogar… 

Sus labios se tuercen hacia arriba, asegurando que no lo he molestado con mi presencia. Está claro quién de los dos aprobó el curso de Educación para Socializar 101 y quién no. 

—¿Por qué ella...?

Busca darle algún tipo de explicación a por qué Isabelle merodea por su casa, pero no encuentra ninguna.

—Alzheimer —advierto—. Cuando la conozcas, pensarás que sus manías son producto de la enfermedad, pero no te dejes seducir por la ilusión. Es una reina del engaño, del drama... y de las aventuras. 

Sonríe como si hubiera entendido exactamente lo que quise decir. Me encuentro con el hecho de que yo estoy sonriendo también, porque pensar en cualquier cosa que tenga que ver con mi abuela es una fuente de carcajadas incontable. 

—Te prometo que no me dejaré llevar por las apariencias.

Me deja entrever que no solo está hablando de la abuela. Hay un «quiero conocerte a ti» muy implícito ahí.

Por un segundo, siento que ya nos dimos ese gusto antes. Raven me recuerda a una habitación a oscuras en la que ya has estado una vez: puede que no hagas memoria de dónde se encuentran los objetos, pero sabes que no hay nada en el cuarto que pueda herirte. Eres consciente de que, si tanteas las paredes, encontrarás el interruptor de la luz.

Lástima que ya no me meto en habitaciones a oscuras, no desde que me adentré en una que parecía inofensiva y, cuando toqué el interruptor, la luz no se encendió. Esos objetos por los que estaba rodeada eran peligrosos, tanto que vulneraron lo que no debía ser vulnerado.

Los vecinos de calle ArcoírisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora