Capitulo 2 La pelea

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Alex parecía un fantasma de lo pálido que se había puesto. Allen parecía estar disfrutando de todo esto y yo no podía estar más de acuerdo con Henry.

—Alice esta muy cansada, Henry —le respondió Alex aclarándose la garganta y tratando de mantener su postura—. Tal vez, en otra ocasión...

—Yo encantada en acompañarlos —lo interrumpí, sonriendo de oreja a oreja—. ¿O no quieres llevarme, Alex?

Todos fijaron la mirada en Alex, esperado su respuesta.

—¿Eso es, Alex? —lo presionó Henry—. ¿No quieres llevarla?

—¿Habrá algo que no deba de ver, Alex? —insinúe llevándome a la boca la copa que Julie me había servido—. ¿Algo ilegal?

—Nada de eso —aclaró rápidamente—. Pero no creo que estés en condiciones de ir a una fiesta ahora mismo.

Lo mire con el ceño fruncido ¿Acaso me estaba llamando loca?

—No imagino lo agotada que debes de estar. Volar desde Ohio hasta California... todas esas horas sin dormir y sin comer bien —miró a Henry con inocencia y con una mano en el corazón—. Yo encantado la llevo, pero mírala, Henry. Está claro que esta muy cansada.

Ahora me estaba diciendo que me veía demacrada ¿O qué?

—Tienes razón, Alex —dijo Henry mirándome.

¡¿Que?! ¡¿Lo había convencido!?

—Yo estoy bien —parpadeé sorprendida he irritada a la vez—. Si que puedo ir.

—Ya habrá más fiestas, Alice. Lo importante es que descanses —declaró Henry, bebiéndose su copa de vino.

Esbocé una sonrisa irónica antes de volver hablar.

—¿No me has escuchado? —pregunté agotada—. Te he dicho que estoy bien ¿Acaso no te importa lo que yo piense?

—Hija no...

Me paré bruscamente para darme la vuelta y volver a mi habitación, dejándolo con la palabra en la boca. En ese momento sentía toda mi sangre hirviendo, no iba a dejar que me dijeran que hacer. Me encerré dando un fuerte portazo. Para mí, Henry Jones había perdido todo derecho de poder mandarme.

Empecé a cambiarme lo más rápido que pude con lo primero que encontré. No sabia cómo, pero iría a ese dichoso evento y le demostraría al estupido de Alex que nadie podía decirme que hacer.

Antes de volver a salir, me miré al espejo y me solté el cabello. No había tiempo de arreglarme para una fiesta, pero tampoco me veía mal.

Bajé sigilosamente y aproveché que Henry se despedía de los chicos para salir sin que nadie me viera. Logré mi objetivo con éxito y esperé pacientemente ver salir a los chicos. No pasó tanto tiempo cuando me percaté de dos coches saliendo de la propiedad. Era un deportivo azul y uno negro.

Antes de perderlos de vista, tomé un taxi y como en las películas le dije que siguiera a esos carros.

—¿Está persiguiendo a su novio? —me preguntó el taxista sin quitar los ojos del camino.

—Peor. A mi hermanastro.

Tan solo decir esa palabra me causaba náuseas.

Veinte minutos más tarde a la orilla de la playa, el taxista se aparcaba a una distancia considerada de los autos de los chicos. Bajé y con cuidado de que no me vieran, me iba acercando. Había un inmenso grupo de gente esparcida por todos lados y una música que podría reventarme los tímpanos en cualquier momento.

El día que perdone Where stories live. Discover now