Capítulo 9. La otra cara del egoísmo

586 47 187
                                    

Hacía un tiempo, cuando Asta se preguntaba a sí mismo qué era el amor, solo un rostro le aparecía en la mente. Era suave, cálido, con una sonrisa relajada y unos grandes ojos azules que hacían que su belleza brillara. La Hermana Lily era una persona muy entregada y que siempre había estado dispuesta a ayudar a los niños del orfanato. A él lo había criado desde que era un bebé. Siempre había formado parte de su vida y la admiración y el cariño que le tenía fue derivando en un enamoramiento —o eso pensaba él— que siempre fue rechazado.

Asta quería ser Rey Mago por muchas razones: luchar contra la desigualdad social, demostrar que los campesinos con esfuerzo podían llegar a lo más alto, cambiar el sistema de la sociedad... pero también lo hacía porque durante años completos pensó que de ese modo lograría que su amor platónico se casara por fin con él.

Toda su adolescencia estuvo impregnada de ese pensamiento, pero llegó un punto en el que desistió. Siendo ya vicecapitán de la orden que lo había recibido cuando tenía apenas quince años y teniendo además una edad considerable, decidió que era la oportunidad perfecta para declararse de forma definitiva. Sin embargo, Lily no cedió y Asta comprendió que el amor es un sentimiento que nace espontáneamente, pero que no se puede forzar. Así que decidió rendirse con ella. Con ella y, en realidad, con cualquier otra mujer, porque había quedado tan desanimado que no se imaginaba teniendo una relación de ese tipo con nadie más.

Con el tiempo, además, Asta se había dado cuenta también de que el amor tiene muchas formas de manifestarse, no solo es un sentimiento puramente romántico. Existe el amor fraternal, de admiración, de respeto... el amor es tan moldeable como uno lo imagine, pero siempre, siempre que el joven pensaba en las personas que amaba, Noelle era una de las primeras que le venía a la mente de forma inmediata.

Sabía que cuando se conocieron, él no le había caído muy bien, pero pudo enmendarlo pronto y después habían vivido tantas situaciones juntos y de forma tan intensa que ya no podía imaginarse su vida sin haberla conocido. Para Noelle era igual. Porque Asta no lo sabía, pero él fue la primera persona que la había elogiado por ese entonces. La cambió, le dio espíritu de lucha y, si hoy en día era la persona en la que se había convertido, era gracias a él. Siempre gracias a Asta.

Siendo alguien tan especial para él, fue muy doloroso el hecho de que la chica abandonara los Toros Negros —orden que había supuesto el impulso definitivo a su trayectoria como guerrera— y, particularmente, que adoptara esa actitud tan distante y cortante con él. Principalmente, lo hirió porque no lo entendía. No sabía si había hecho algo mal, si la había lastimado, si simplemente había cambiado y ella ya no podía mantener aquellos lazos que los habían unido en el pasado. No sabía absolutamente nada y por eso el sentimiento de culpa y tristeza por no ser capaz de resolver aquella situación se iba incrementando cada vez más.

Ahora y al escuchar las palabras que Noelle acababa de pronunciar, todo parecía cobrar un poco de sentido. Pensó, en primer lugar, que ella había sido muy egoísta al marcharse de la orden. Pero no lo interpretó como algo malo. A veces, es necesario pensar en nosotros mismos, anteponer nuestros sentimientos a los de los demás para intentar alcanzar la felicidad. Él lo había sido en muchas ocasiones, así que podía comprenderla perfectamente.

Cuando escuchó de los labios de Noelle que estaba enamorada de él, lo primero que surgió en su interior fue incomprensión. ¿Cómo alguien como la hija pequeña de los Silva iba a estar enamorada de una persona tan simple como él? Las señales, sin embargo, siempre habían estado ahí, pero Asta no se caracterizaba por ser demasiado lúcido, así que jamás pudo captarlas.

Tras el entendimiento inicial de la confesión, se sintió algo mareado, temeroso y nervioso. ¿Cómo iba a contestar a algo de esa magnitud si no sabía si podía corresponderle? No quería hacerle daño, no quería que estuviera mal, no quería rechazarla. Pero no, no solo no quería rechazarla porque eso le produciría tristeza, sino porque su corazón le decía que no podía hacerlo.

MalditosWhere stories live. Discover now