2- Convivencia = inconvenientes

520 17 4
                                    

La mayor carrera a contra reloj de mi vida la tuve ese lunes.

Podría culpar a Wyatt de todos mis males y me quedaría tan a gusto, pero no era el caso. Sí que tenía la culpa de lo tarde que me dormí, pero no la tenía de que hubiese pospuesto el despertador más de tres veces.

Desde luego, no había sido mi decisión más inteligente. Ni de lejos.

Me puse lo primero que encontré e hice una trenza en mi pelo, cumpliendo las funciones del baño y el cambio de ropa en un tiempo récord para mí. Ni siquiera me molesté en desayunar nada que no fuese un vaso de agua muy fría, esquivando a un Jordan sudoroso que vendría de ―seguramente― su gimnasio personal.

Ignoré todas sus preguntas, prestando atención únicamente a que mi madre tenía turno de noche y que estaba duchándose. Fue suficiente para ir hasta su bolso y tomar las llaves de su coche, abandonando esa nueva casa con un portazo más fuerte de lo que me hubiese gustado. No tuve tiempo de recapacitar que Wyatt no había dado señales de vida en todo mi rato despierta en esa casa, porque llegar al instituto a tiempo era más importante ahora.

Conduje más rápido de lo que acostumbraba. Digamos que, si el camino era de 25 minutos, lo convertí en uno de 10 minutos. En mi interior supliqué que no hubiese habido ningún control de velocidad.

Aparqué donde primero encontré y comencé a correr hacia el gran edificio, donde ya no quedaban alumnos. Volví a suplicar mentalmente mientras corría por los pasillos que el profesor Ben me dejase entrar a su clase, aun sabiendo que las posibilidades eran mínimas.

―No sé por qué no me sorprendo. ―esas fueron las palabras del hombre rubio, con el pelo atado en una perfecta coleta.

―Lo siento, profesor.

Rodó los ojos y se pellizcó la sien, suspirando. Tardó unos segundos en mover la mano hacia la clase, dejándome acceder a ella, para mi asombro. Aproveché que aún miraba al suelo y me senté junto a Derek, poniendo todo el material en la mesa para que a Ben no le diese por arrepentirse de haberme dejado pasar.

―A mí tampoco me sorprende...

―Amitimpicimisirprindi ―me burlé de mi amigo y compañero de pupitre, pero lo hice en la voz más baja que pude.

Sentí como pellizcó mi codo, acto frente al que no tomé represalias pues era una alumna ejemplar que cumplía con su función a pesar de llegar tarde.

No era costumbre en mí llegar tarde, de hecho, solía levantarme una hora antes de mi primera clase para poder hacerlo todo con tranquilidad. Lo de hoy fue un desliz, dos veces no me pasa.

Derek y yo cruzamos el umbral de la clase para incluirnos en el pasillo, junto al resto de alumnos, cuando un miedo se instaló en mi sistema. Me volteé y, efectivamente, tal y como lo había sentido, Clover estaba corriendo en dirección a nosotros.

―¡Pensaba que te había pasado algo! ―se enganchó a mi cuerpo en cuanto estuvo a nuestro lado, haciendo el koala―. ¡Ni un mensaje de buenos días, ni una llamada! ¿Se puede saber desde cuando eres tan desatenta con tu mejor amiga? ¡Sin vergüenza!

Golpeó mi brazo izquierdo cuando me liberó, no dándome tiempo a decir nada. Sus ojos verdes me estaban intentando perforar y trocear sin misericordia. Su mano alzada no me dejaba hablar por miedo, así que me mantuve sobándome el golpe hasta que su mirada se dirigió al moreno tras de mí.

―Buenos días, amor.

Uní mi ceño cuando me hizo a un lado para besar a su novio de forma corta.

―Psicótica.

El cuento que nos salvó | COMPLETA✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora