CAPITULO 57.-

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Hola!


Perdón por la tardanza :c

Espero les guste, recuerden que sus comentarios me ayudan a mejorar.

Los quiero mucho!

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La lluvia comenzó a caer cuando el sol se ocultó en las aguas del cruce con el mar esmeralda. El barco continuó avanzando, dejando espuma y olas rotas a su paso. Los marinos bajaron las velas, permitiendo que continuara su curso sin la dirección del viento, pues este los llevaría a estrellarse contra las rocas que rodeaban las islas anteriores al Archipiélago de los Alquimistas.

La isla mayor llevaba el nombre de Yemayá. Las rocas de la entrada tenían la forma de dos mujeres cuyas espaldas se recargaban en la roca. Cada centímetro de ellas era perfectamente detallado, desde el cabello, los poderosos pechos, hasta los dedos de los pies. Únicamente llevaban sobre los ojos una venda, como si no fueran dignas de mirar a la diosa de los mares.

Lineria levantó la mirada hacia las mujeres de piedra cuando un relámpago rompió el cielo, ayudándola a ver mejor los detalles que siempre había admirado.

Escuchó a su lado, como Marion soltaba un bajo silbido.

―De saber todo lo que me perdía, habría zarpado mucho tiempo antes― comentó el asesino.

Su cabello empapado por la lluvia había abandonado el tono cobrizo.

―En el momento en que toquemos puerto, las noticias comenzaran a correr hasta el Tridente― dijo ella.

Marion le dio una sonrisa despreocupada. Lineria se dio cuenta de que podía amar u odiar esa parte de él, aun no estaba segura.

―Primero encontremos un sanador.

Lineria miró de nuevo las rocas que estaban dejando atrás.

―Aquí no hay sanadores o Alquimistas― explicó, pasándose la mano por los ojos para quitar el agua de lluvia―. En las islas del Tridente, con excepción del Archipiélago, aquellos que curan son los Jaadoogar.

El guerrero frunció el ceño, y movió los labios, como si pudiera saborear la palabra.

― ¿Son confiables?― preguntó despues de un momento.

La princesa podría haber reído si la pregunta no hubiera sido formulada con seriedad.

― ¿Conoces algún sanador confiable? Cualquiera te vendería por un par de monedas.

Marion se sentó sobre uno de los barriles y extendió los brazos en el borde, mirando hacia el agua del mar bajo la tormenta. Lineria pudo jurar que lo vio palidecer antes de que dirigiera su atención de nuevo a ella.

―Tienes que dejar de hacer eso si no quieres vomitar en la cubierta― señaló la princesa.

El asesino le dio otra sonrisa.

―Debo obligarme a esto si voy a estar rodeado del mar por no sé cuánto tiempo― suspiró, su pecho moviéndose, la camisa blanca empapada por lluvia se pegaba a sus músculos―. El mar es mi enemigo y debo enfrentarlo.

Lineria soltó una risa, quería caminar hacia él, pero el hecho de levantarse del banco donde estaba sentada y dar un solo paso, significaba un dolor casi insoportable. Su pierna bien podía ser un pedazo de hueso inservible pegado a su cuerpo. Realmente dudaba que algún Jaadoogar pudiera curarla.

―El mar no es tu enemigo― dijo la princesa―. Y créeme, si quisiera matarnos, ya estaríamos muertos. Es imposible enfrentarlo o a sus criaturas.

El Último OráculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora