Suspiro único

1.1K 58 6
                                    

¡Rickorty Omegaverse! o-o? Sí, sí y súper sí :D, no obstante, ninguno de estos drabbles habría aparecido si no fuera por la petición de mi querida NoemiYedid (en Ao3), ganadora del pequeño concurso que hice (tanto aquí en Wattpad como en Ao3) en la historia "Sublevación emocional", así que, cariño, agradécele a ella por despertar en mí toda la inspiración a partir del segundo drabble :3

Por cierto owo, ¿te gustaría saber como ganarte un fanfic? ¡Ve a leer mi último post!: https://lilietherly.tumblr.com/post/668221397101854720/lilieths-daily

* * *

1

De entre la infinidad de secretos que Rick guardaba en su mente y dentro de un par de dispositivos de almacenamiento repartidos por toda la galaxia en lugares más seguros que su propio cerebro, existían un par de los mismos en los que no confiaría para acompañarlo todo el tiempo junto a él, aun así por molesto que resultara siempre sería consciente de su existencia. Uno de los principales; Le gustaba el aroma de Morty.

En este universo, donde se supone la familia más directa debería limitarse a tener un aroma agradable, Rick sobrepasó esa barrera para encontrarse no solo soportando sino deseando inhalar el perfume de Morty a la menor oportunidad. Como un Alfa Sangre Pesada que pensó haber superado sus deseos carnales como si se tratara de un interruptor que activaba al encontrarse rodeado de Omegas muy dispuestos a complacerlo, tal descubrimiento sobre el chico mantenía el interruptor encendido todo el maldito tiempo.

Y lo odiaba.

No solo porque se supone la naturaleza Omega de Morty —si bien Sangre Impura gracias a los estúpidos genes Jerry—, debería hacerlo un puto genio científico o lo que sea, el chico no podría sumar dos más dos sin tardar el doble de segundos en responder, Rick se acostumbró en algún punto a saberlo. Ser consciente de que esas estúpidas feromonas Omega tenían la suficiente fuerza para doblegar su lado Alfa, llevaba encima todo el jodido problema.

Desde luego, nadie más que él advertía cada erección formándose dentro de sus pantalones todas las veces en que Morty se alegraba demasiado o si en sus aventuras por alguna o cualquier cosa terminaba tocándolo de alguna forma sobrepasando el tiempo de lo filial. Desde luego que aún lo llevaba a sus estúpidas misiones, amaba su olor, aun si no le gustaba que le gustara, jamás sería tanto como para alejarlo. Y si llegara a descubrir que su aroma también le parecía atractivo al Omega, no le alcanzaría la culpa antes de lanzarse y tomar a quién en definitiva le tatuaría su nombre.

Averiguar esa clase de cosas, sin embargo, no podría ser tan fácil. Menos aun si Rick no lo veía actuando raro a su alrededor ni lo atrapaba masturbándose diciendo su nombre o mirándolo más allá de lo necesario. La pequeña mierda actuaba demasiado normal. El científico jamás haría un movimiento sin tener la seguridad de ser bien recibido. Conservar la calma resultaba complicado, deshacerse de las erecciones incómodas y evitar olisquear como si fuera un maldito perro lo sobrepasaba. De alguna forma salía adelante, soportando un día o una hora a la vez. Llegado al límite, lo que sucedía una vez cada dos o tres semanas, huía en dirección a cierto lugar en donde podía respirar un aire libre de apetitoso Morty.

Ahora mismo, sin embargo, no tenía a dónde escapar. El borde de su voluntad se acercaba peligrosamente rápido y no se hallaba ni de cerca de su lugar feliz. Con la pistola de portales descargada sumando a la lentitud de la jodida nave, la retirada —huida— tenía que esperar así no lo quisiera. Se detuvo a pensar un momento, desde su último retiro a ese lugar no pasaron más de tres días, frunció el ceño y miró a su derecha, Morty debía ser quien lo empujaba —sobrepasando lo que hacía normalmente.

El chico se retorcía en el asiento del copiloto, sus manos entre las piernas moviéndose como si tuviera comezón en el trasero. Se veía sonrojado, una ligera pátina de sudor comenzaba a brillar en su frente y cada tres o cuatro inhalaciones eran recibidas por la boca. Rick no tenía que ser un genio.

RaméWhere stories live. Discover now