01 | Al menos lo estoy intentando

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Mica

—Deberías probar los aceites esenciales —dijo Laila—. En serio, cada vez creo menos en el concepto de la medicina tradicional. Todo es una trampa de las empresas farmacéuticas para enfermarnos más y hacernos dependientes de sus medicamentos. Lo vi en un documental.

—¿También te gusta alinearte los chakras? —le preguntó Fede, con un gesto de burla que Laila no notó.

—Por supuesto.

—Felicidades. Naruto estaría orgulloso de ti.

Me llevé la mano a la boca para no soltar una carcajada, no quería que mi amiga se sintiera ofendida. De todas formas lo hizo y nos miró a ambos con enfado.

—Los odio —soltó, poniéndose de pie y dirigiéndose al interior de mi casa.

Estaba comenzando el verano, así que tenía la excusa perfecta para pasar horas enteras en la piscina.

Sin embargo, que hubiéramos llegado al verano significaba que habían pasado alrededor de un par de meses desde que despedí a mi equipo y apenas me quedaban algunas semanas restantes de contrato con mi disquera. Había contratado temporalmente a Laila, mi mejor amiga, como asistente personal para que me ayudara a lidiar con tantos mensajes y llamadas, pero era necesario que yo empezara a tomar algunas decisiones y lo único que había hecho en dos meses había sido evadir el tema.

Fede se quedó sentado en la grama, llevando un poco de sol, mientras yo estaba dentro de la piscina, con los brazos apoyados en el borde y mi barbilla sobre estos. Deseaba poder quedarme de esa manera: sin responder invitaciones, sin hablar con periodistas, sin asistir a eventos, sin casi aparecer en redes sociales. Solo en pausa del mundo y de mí misma.

—¿Harás algo en Navidad? —me preguntó él de repente.

—Creo que cenaré con mi mamá acá. —Suspiré, no muy contenta por la idea.

—Pueden cenar con nosotros —ofreció—. Será la primera cena de Navidad que Laila y yo organizamos y estamos emocionados.

Sonreí.

—Lo pensaré.

Escuché el tono de mi celular indicando una llamada entrante. No tuve ganas de mover un músculo para responder, mucho menos cuando Fede me dijo que se trataba de Santi Tassone. Me sumergí en el agua como si eso pudiera sacarme todas las responsabilidades. Recordé todas las veces que intentó comunicarse conmigo en las últimas semanas y todas mis evasivas, sintiéndome más culpable.

Me había comprometido con él para llevar a cabo un proyecto con el que había soñado durante años. Incluso habíamos tomado la delantera, habíamos armado una planificación y buscado a personas que nos ayudaran. Entonces llegó mi desintoxicación y mi necesidad de ponerle pausa a mi vida, a mis planes, a mis sentimientos. Sobre todo a lo último. Porque por alguna razón, solo encontré dolor. Todo siempre me dolía. Y no se trataba de algo físico, sino de algo que, muchos días, me impedía hasta levantarme de la cama.

Pero nada de eso era culpa de Santi. A él lo había defraudado; como había defraudado a todas las personas que conocía.

Salí de la piscina y me apresuré a cubrirme con la toalla para luego ver mi celular.

Santi: Asumo que ya no quieres continuar el proyecto. Lo único que necesito es que me des una respuesta para saber si debo seguir solo. Llámame cuando puedas.

No supe cuál fue la expresión en mi rostro pero llamó la atención de Laila quien recién volvía al jardín. Se acercó a mí, preocupada.

—¿Qué pasó?

Icónica [Indie Gentes #2.5]Where stories live. Discover now