13. Defender

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- Virgo es estúpido.

Aspros hoy no es Aspros. Hoy es el Caballero Dorado que ha usurpado la amabilidad de mi hermano. Ha entrado en su templo hecho una furia. No duda en hacerme partícipe de su mal humor y,  como siempre últimamente, el blanco donde derrocha su rabia eres tú.

- Aún no comprendo qué hace un tipo ciego y debilucho como ése aquí. Si al menos tuviera sangre...si mostrara algo de chispa...¡pero encima es insulso y arisco!

Acabáis de salir de una reunión con el Patriarca, así que habéis compartido tiempo y espacio por unos momentos. Suficientes para conseguir que la distancia y las reservas que muestras con tus camaradas hayan enervado al Caballero de Géminis sin razón. Porque hoy Aspros, el Aspros con el que crecí, no está por ningún lado.

Yo me mantengo en silencio y permanezco en las sombras de su templo apurando la comida que él sigue apartando cada día para mí, pero no me gusta que siempre hable mal de ti. Aunque sé que eso no te importa, nadie sabe si un día vuestras vidas estarán en las manos del otro...

Aspros sigue paseándose sin rumbo frente a mí, haciendo rechinar contra el suelo el oro de la armadura que viste con orgullo y soberbia. Tenías razón...ese día, cuando le definiste...

Aspros se ha vuelto soberbio.

Con desgana deja el casco sobre la mesa, cerca de mí. Demasiado cerca de mí. Y de la máscara que yace sobre la madera esperando a que acabe con mi cometido de alimentarme para volver a formar parte de mi rostro maldito.

No lo miro. Hago todos los esfuerzos que puedo para no dejarme embargar por su resplandor. Y trato de no mirar directamente a Aspros. Ahora ni tan sólo puedo deslizar la mirada por ese precioso metal sin sentir cómo mi estómago se contrae y cómo el corazón duele. Antes era más fácil, y ahora tú tienes la culpa que su cercanía me ahogue más que mi propia humillación.

No debí tocarla. No debí sentirla más de lo que la percibía...

Su calor se instaló dentro de mí, y ahora también hieren las corrientes eléctricas que me sacuden cada vez que la veo, o que Aspros se acerca a mí luciéndola con altanería.

Aspros continúa con su personal crítica hacia ti, y yo simplemente no le escucho. No quiero saber todo lo que piensa. No deseo que me de razones para defenderte de las falsas apreciaciones que todos se han creado de ti.

Pero mi silencio le enerva aún más. Y entonces decide encauzar su infantil rabia hacia mí.

- ¿Y tú qué? ¿No piensas decir nada?

Me lo espeta acercándose al tiempo que toma asiento en la otra silla que acompaña la mesa.

- No sé qué quieres que te diga, Aspros...

- ¡Pues lo que te parece el estúpido y soso Virgo!

El último bocado de pan se me atasca a mitad de la garganta, y duele al pasar. Casi tanto como la interpelación que Aspros me lanza.

- No sé Aspros...no le conozco...

Miento. Le miento descaradamente. Y temo que mi mentira se refleje en mi voz.

- ¡Venga ya, Defteros! Sé que tienes una opinión formada de todos y cada uno de los dorados.

Me observa con atención, y su escrutinio me incomoda. No me gusta la idea de compartir este tipo de opiniones con el Caballero de Géminis. Si Aspros estuviera aquí quizá le respondería con sinceridad. Pero hoy Aspros no está.

- ¿Vas a responderme o qué? ¿No crees que es un insulto al Santuario haber elegido a un enclenque así?

"Un insulto al Santuario"...Qué ironía que utilice estas palabras justo frente a mí. Sonrío con tristeza, y le voy a responder. No te voy a defender, pero tampoco voy a satisfacer sus oídos ni su orgullo.

- Aspros...si el Santuario le ha elegido, alguna razón tendrá...Porque aquí hay una razón para todo ¿no?

Sospesa mi respuesta en silencio, desviando por fin su mirada, sin querer ser consciente del resentimiento que no he podido evitar exhibir en mi voz.

- Es débil.

Lo afirma con la mirada perdida entre su propio ego.

- Quizás su poder es más psíquico que físico...

Vuelve a mirarme, con seriedad y con la aplastante seguridad que le otorga el oro que sólo a él le pertenece.

Y yo me arrepiento de mis palabras en el mismo momento de haberlas pronunciado

- ¡Es más ciego que un topo, Defteros! ¡No ve ni las baldosas que sus pies pisan!

Ya he tenido suficiente. No aguanto más. Me olvido de la manzana que aún no he tocado y me apresuro a cubrirme con la máscara. No quiero contrariar más a aquél que me permite estar en sus dominios, pero tampoco puedo frenar una necesaria defensa hacia ti.

- Aspros...a veces no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Me lo has dicho mil veces Asmita: los ojos a veces sólo miran. El alma ve.

Espero que me perdones.

Pero hoy alguien te debía defender.

MomentosWhere stories live. Discover now