ventiuno

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Era casi medianoche y Jennie comenzaba a sentirse como Cenicienta. Su velada había sido como un cuento de hadas, especialmente ese momento cuando había abrazado a Jisoo mientras miraban los fuegos artificiales.



Pero ahora estaban de vuelta en casa, la casa de Jisoo, se corrigió ella misma, y ​​la magia había terminado, sin que Jennie tuviera la más mínima posibilidad de conseguir a su Princesa Encantadora.


Se quitó los zapatos, sin zapatillas de cristal, y caminó descalza por el pasillo.


Jisoo la siguió en silencio. Se demoró frente a la habitación de Jennie en lugar de continuar hacia la suya. –Tengo el día libre mañana, así que estaré en casa. ¿Te veré antes de que te vayas?


–Por supuesto. ¿Creías que me iría sin al menos decir adiós?– Le dolió que Jisoo incluso tuviera que preguntar. ¿Realmente creía que lo que habían compartido había significado tan poco para Jennie?


–No. Yo solo...– Jisoo se frotó los ojos. –Estoy cansada, supongo.


Jennie  quería extender la mano y acariciarle la mejilla, pero se contuvo, sin saber si un toque íntimo como ese sería bienvenido. –Duerme un poco. Vendré a despedirme mañana por la mañana.


–Podría ayudarte con las cajas–, dijo Jisoo. –¿O Lisa y Rosé vienen a ayudar de nuevo?


–No, esta vez no–. Todavía no les había dicho a sus amigas que se mudaría porque no sabía cómo explicarlo.


–Entonces te ayudaré. Incluso me pondré unos jeans esta vez–, dijo Jisoo con una débil sonrisa.


–Lo apreciaría. La ayuda, quiero decir–. Bueno, y cómo se ve tu trasero con un par de jeans, Jennie agregó para sí misma.


Se quedaron mirándose unos segundos más, luego Jisoo dijo: –Buenas noches.


–Buenas noches, Jisoo.


Jisoo caminó penosamente por el pasillo.



Dios, ella realmente está cansada. O tal vez triste. Jennie no estaba segura.


Observó a Jisoo hasta que la puerta se cerró tras ella. Solo entonces entró en su habitación, donde se dejó caer sobre la cama y miró al techo. De ninguna manera dormiría esta noche, así que bien podría empacar.


Comenzó con todo lo que había en su habitación, luego salió de puntillas a la sala de estar y recogió sus cosas desde allí.



¡Maldición, sus cosas estaban por toda la casa! No es de extrañar que hubiera vuelto loca a Jisoo al principio. Nunca se había dado cuenta de lo desordenada que era, pero dos meses de vivir con Jisoo habían cambiado su perspectiva sobre muchas cosas.

Mi prometida » JensooWhere stories live. Discover now