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—Segura que no quieres que te lleve a casa?—Anna me preguntó por cuarta vez, estábamos de pie en el porche de su casa.
—Tranquila, estaré bien. Simplemente tomare un taxi.—Le tranquilice con una leve sonrisa.
—Bueno, cuídate, nos vemos mañana en la escuela. Por fin será viernes—Suspiró feliz.
—Lo sé, nos vemos—Me despedí con la mano y bajé las escaleras, tan pronto como escuché que cerró la puerta.
El viento frío me golpeó la cara cuando entré en la calle, haciendo que me estremeciera. Me envolví en mi chaqueta negra apretándola fuerte. El único sonido que se podía oír era mis botas de cuña golpeando el suelo y las ráfagas de viento. Era de noche, aunque el sol todavía estaba en el horizonte. Algunas hojas secas crujieron en el suelo mientras eran levantadas por el frío viento. Se podría decir que era un escenario aterrador.
Yo estaba caminando por una calle vacía, no haciéndole mucho caso a la sensación de malestar en el estómago, queriendo que la calle estuviera menos vacía. Me estaba acercando a la esquina, mirando las casas que me rodeaban. Estas eran grandes, con jardines y coches aparcados en la calzada o en el garaje. De acuerdo con el tamaño de los edificios se puede decir que es la parte rica de la ciudad, aunque esté fuera de Manhattan.
Enterré mi cara dentro del cuello de mi chaqueta, tratando desesperadamente de entrar en calor. Cuando llegué a la esquina de la calle, suspiré feliz al ver pasar los coches y la gente fuera de las casas.
Pero mi felicidad no duró mucho, porque vi caminar a un hombre con ropa oscura hacia mi dirección. Quería dar la vuelta sobre mis talones y correr, pero no era una buena idea, ya que con mis botas corro más lento. Mi corazón empezó a latir más rápidamente, golpeando en mi pecho, como un martillo. Estaba a sólo unos metros de distancia del hombre horrible, trate de evitar mirarle intensamente, enfocando mis ojos horrorizados en la acera. Es sólo un vecino, me dije a mí misma. No me di cuenta, porque yo no tenía mi mirada hacia el frente, que había tropezado con alguien, levantando la mirada vi que era el hombre repugnante.
—Um, lo siento—Murmuré, y quise irme, pero me detuve ya que su cuerpo estaba en frente de mí.
—¿Cuál es la prisa, muñeca?—Preguntó con una voz masculina repugnante, que para mí era el sonido más horroroso que he escuchado en mi vida.
Mi respiración se entrecorto en mi garganta y no podía articular ni una palabra. Se echó a reír.
—¿Olvidaste tu lengua?—Dijo con un tono burlón.
—Me tengo que ir—Reuní todo mi valor y trate de irme, pero él me detuvo de nuevo, agarrando mi brazo.
—Tu no vas a ninguna parte—Siseó furiosamente.
—Escucha, tengo que ir a casa, porque mis padres me mataran, así que ve viola a otra chica, ¿de acuerdo?—¿De verdad dije eso? Tal vez parecía confiada, pero por dentro estoy temblando como gelatina.
