¿Felicidades?

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"Party girls don't get hurt
Can't feel anything, when will I learn
I push it down, push it down "

Estaba tarareando los primeros versos de mi nueva canción favorita, cuando escuché una risa malvada encima de mi.

-¿Chandelier de Sia? ¿Es en serio? -Nathan sacudió la cabeza mientras continuaba riéndose.

-¿Oye, qué tiene de malo? -repliqué a la defensiva-. Tengo que relajarme de alguna manera.

Me recargué en mi profesional silla de oficina y me quité los audífonos.

-La canción nada, de lo que me quejo es de tu melodiosa voz, que llega hasta el baño de hombres.

Hecha su declaración dejó una carpeta con documentos sobre mi escritorio.

-Pero si ni siquiera estaba cantando. Solo estaba tarareando la letra respondí usando su mismo tono de burla.

-Eso crees tú. Espera un momento.

Hasta entonces había estado recargado en la computadora. Dejó de hacerlo para alejarse un poco y llamar a otro de los asistentes junto a la copiadora.

-Hey, Rick, ¿puedes venir un momento, por favor? -lo llamó seguido de un ademán con la mano.

El susodicho se acercó con cara de aburrido.

-Rick, ¿quién estaba cantando hace unos momentos?- preguntó Nathan con una expresión de seriedad tan falsa que tuve que contenerme para no reírme a carcajadas en su cara.

-Mmm... supongo que...Clara -. El pobre Rick parecía estar haciendo un verdadero esfuerzo para responder la pregunta. Al fin y al cabo, Nathan era un secretario, lo que le colocaba por encima de Rick, aunque éste le sacara unos centímetros.

-Respuesta correcta. Muchas gracias por tu amable colaboración. Continúa con tus asuntos-. El Príncipe lo despidió con una palmada amistosa en la espalda.

-¿Y bien? ¿Ya me crees o necesitas más testigos? Puedo llamar al resto de la división si quieres -dijo con una estúpida y sensual sonrisa de ganador en su rostro.

No planeaba darle la satisfacción de responderle, pero es imposible estar enojada con Nathan por más de dos minutos.

-Quizás, y sólo quizás, haya tarareado más alto de lo normal -mi vista se clavó en la carpeta-. ¿Qué llevas ahí? ¿Informes?

La verdad no tenía mucha curiosidad por saberlo, mi interés estaba en cambiar el rumbo de la conversación.

-Velo por ti misma. Pero antes... -detuvo mi gesto de abrir la carpeta con una de sus manos-, ...cuéntame como estuvo tu cita con el supervisor -tomó una silla del cubículo vecino y se sentó junto a mí.

Eché un vistazo a mi alrededor y me aseguré que no hubiera moros en la costa. Acababa de empezar la hora del almuerzo, y la 2da División estaba semi-desierta, a excepción de una secretaria apurada por terminar de llenar unos documentos.

-Fue la cosa más tensa que he vivido desde que hice el examen de admisión a la universidad -confesé. Ese había sido el motivo por el cual había estado cantando en primer lugar. De alguna forma debía de liberar tensión, o iba a explotar como una tetera que han dejado demasiado tiempo a calentar.

-La supervisora fue muy amable conmigo, pero en ningún momento dejó de usar ese tono de voz que mandaba el mensaje de: Si te equivocas en alguna respuesta, mueres -continué-. Después de lo que se sintió como una interrogación de la Gestapo, finalmente me dijo que mi desempeño había sido sobresaliente, y que podía retirarme. Pero tengo que volver en una semana para decirle en que área quiero estar.

Dejé de mirar al techo para verlo a los ojos, y los descubrí fijos en mi.

Durante todo ese tiempo Nathan no había dicho nada, sólo había estado sentado ahí, escuchando como me desahogaba. No fue sino hasta que terminé de hablar que descubrí lo mucho que apreciaba esos pequeños momentos entre nosotros. Me hacían sentirme especial, querida, apreciada, valorada... como si hubiera algo más entre nosotros que una simple amistad.

-Pero basta de mí -me enderecé y finalmente abrí la carpeta.

-Veamos en que ocupas tu días, Nathaniel Walk... No pude terminar la oración.

-Esto es... ¡un contrato para ser secretario! ¡A mi nombre! -me había quedado completamente boquiabierta-. Un momento, ¿es una broma verdad? Sé que es el día de los inocentes, pero no tenías que...

-No es una broma. Alguien pensó que me agradabas, y me pidió que te lo entregara -me guiñó el ojo al decir esto. Si todo el edificio no sabía que almorzábamos juntos todos los días, no lo sabía nadie.

-Cuando un supervisor dice que hiciste un trabajo sobresaliente, lo dice en serio. Bueno, no es que tenga mucha seriedad sacar copias, lo que quiero decir es que ser asistente es más un periodo de prueba que un trabajo en este lugar -sus preciosos ojos azules me miraban radiantes de felicidad-. Claro que esto significa que tu jornada se hará mucho más pesada y tendrás muchas más responsabilidades, pero ganarás al menos tres veces más, y...

-¡Sí! ¡Acepto, mil veces sí! -salté de la silla como impulsada por un resorte y abracé a Nathan, que por mi culpa casi se cae de la suya.

Estuvimos así unos segundos, hasta que me hice dolorosamente consciente de lo mucho que me agradaba su cercanía. La textura lisa y suave de su caro traje gris oscuro, sus brazos fuertes rodeándome y llenándome de confianza y seguridad.

La tersura de la piel de su mejilla cuidadosamente afeitada, y el maravilloso olor a colonia que emanaba, hacían que deseara quedarme así para siempre.

Pero en mi interior, sabía que algo estaba mal. Nathan era un caballero, no sólo conmigo, sino con todas las chicas de la oficina, y nunca había insinuado abiertamente que quisiera iniciar una relación conmigo. Por si eso fuera poco, yo aún tenía mis dudas acerca de volver a estar con alguien, así que con resignación lo solté.

Afortunadamente, antes de que se formara un silencio incómodo, una voz cruzó la habitación.

-¿Debería de felicitarlos? ¿Qué cosa aceptó Clara, Nathan? -Stella estaba junto al escritorio de la secretaria que se había quedado trabajando en el descanso, con los brazos cruzados y una sonrisa cómplice en el rostro.

-Stella, yo... no es lo que parece... este... -Nathan tartamudeó torpemente, y sus mejillas estaban comenzando a tomar un sospechoso tono rosado.

Fue entonces que entendí todo de golpe. Para alguien que estuviera fuera de contexto, parecería que se había tratado de una propuesta de matrimonio, ¡no de trabajo!

-¡Stella! Que bueno que te veo, ¡me acaban de promover a secretaria! -esperé que Stella me siguiera el juego. Y Nathan me debía una buena por sacarlo de ésta.

-Lo sé cariño, yo misma le avisé a Norma Clarkson -descruzó los brazos y se acercó a nosotros.

-¿Norma? ¿La conozco? -pregunté.

-Norma será la ejecutiva a la que estarás ayudando Clara -respondió Nathan. Vaya, al parecer el gato le había devuelto la lengua al señor-. Si leyeras el documento completo antes de ponerte a celebrar, estarías más enterada de los detalles -el nerviosismo parecía haber abandonado su sistema, pero su sonrisa estaba un poco más torcida de lo normal.

-No me regañes -contesté. Casualmente eché una mirada a mi reloj, y vi que faltaban diez minutos antes del fin del descanso.

-¡Nathan! Se nos ha hecho extraordinariamente tarde, ¡no vamos alcanzar a comer nada! -lo miré con cara de enfado.

"Nadie me deja sin mi almuerzo, así me triplique el sueldo o no."

-Pues qué estás esperando, ¡corre! -tomando mi muñeca con un gesto natural, me hizo correr hacia el elevador, sin darme oportunidad de despedirme de Stella.

Office RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora