Capítulo 11 Gilbert la cabra loca

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Durante cinco minutos, mis ojos estuvieron pegados al trío de chicas que usaban sus móviles mensajeando con sus conquistas o quizá le estaban mintiendo a sus padres sobre su paradero y así poder disfrutar de sus parejas o el rato fuera de casa.

Me recordaron a las trillizas que fueron asesinadas y a Jane. «¿Por qué tan jóvenes?», le pregunté a alguien que pudiera leer mi mente.

Ahora, a los padres les bastaba con ver como te convertías en un bueno para nada en tu juventud para ponerte las condiciones y reglas hasta que ya probaste de la libertad y los gustos de la vida que se pueden encontrar al cruzar la puerta de tu casa.

¿Por qué nos retenían para divertirnos a nuestra manera? Ellos también habían sido unos negados en sus años. ¿Querían regresarnos la porquería que sus padres también les hicieron pasar? Querían matar sus caprichos prisioneros con nosotros, cuando ya hemos probado lo que es disfrutar nuestra vida sin la gorda supervisión de un adulto.

Pasaron cinco minutos después de la pregunta afirmativa de Khaterin en los que acepté que su cabello color lavanda me tranquilizaba cuando lo acariciaba para mantener mi desasosiego tras el trazo. Metía los dedos entre sus hebras tintadas de lavanda, era esponjoso.

—No sé por qué volvió —respondí después de los cinco minutos, sabía que Khaterin me escuchaba mientras le acariciaba—. Los programas en los que participó ya le habían dado más temporadas de descanso. ¿Por qué esta vez sí prefirió venir y no quedarse allá?

Khaterin sabía todo acerca de lo que me ocurrió con Fema. Eso me quitaba muchos aprietos de encima, ella sabía cuánto me afectó la partida de mi vecina hacia la ciudad, sumando la ruptura silenciosa. Sabía cuánto me podía reafectar su regreso al pueblo. Quizás por eso ella estaba tan serena.

—Tal vez presintió que otra chica te estaba capturando y quería atormentarte el coco para que no te olvides de la obsesión que tenías con ella.

Su teoría me hizo sonreír mortificado, porque literalmente podía ser cierto. Fema siempre aparecía en los momentos más inoportunos, en los que creía que ya no me causaba nada tenerla alrededor.

El cielo oscurecido a las 2:00 p.m me gustaba en demasía, los cielos oscuros me gustaban más de lo que podía expresar. Me gustaba la mezcla que creaban el día y la noche, como esas chicas que decían tener mi corazón.

Khaterin era oscuridad y Fema luz.

—¿Quién dijo que me tenías en tus garras?

Resopló, sonriendo.

—De no haber estado cerca de capturarte, no hubieras dejado de venir y jamás me hubieras evitado por tanto tiempo por la culpabilidad, cobarde. —Sonrió pícara—, Además, ¿quién dijo que hablaba de mí? Tú mismo lo acabas de dar por hecho.

Capturado ya me tenía...

Me gustaba su actitud laxa. Me gustaba lo fácil que era adaptarse a ella. Te hacía sentir cómodo. No la amaba, me gustaba lo confortable que ella podía llegar a ser. Khaterin era como un camaleón, adaptándose a cualquier estado o persona sin problemas. Me encantaba.

—Perdón por desaparecer. —Tomé su rostro entre mis manos para que mirara a mis ojos y no al cielo—. En realidad he estado resolviendo un par de mierdas.

...de los EK-Z junto a los chicos.

Apreté sin fuerza sus mejillas, eso hizo que se apreciaran como si se había inyectado botox en los labios. Era adorable de cualquier forma.

—¿Quéd mierdah? —Pretendió decir, fue un raro balbuceo—, cuéntamelo todo.

Torcí la boca. Al ver mi negatividad, abofeteó mis manos en sus mofletes para que los soltara; cuando lo hice, se levantó de encima mío y me apuntó con su dedo anular.

¿ES REAL?Where stories live. Discover now