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Narrador Omnisciente.

📍Culiacán Sinaloa

11 días del secuestro de Caliope.

Así como lo dijo una vez Vicente "si por azares de la vida no te tengo mas conmigo, te buscare hasta que el mundo entero arda."  Culiacán estaba ardiendo, la guerra entre los Avendaño y los del Cártel de Sinaloa, había comenzado hace 11 días, secuestros, muertes, explosiones, de todo estaba sucediendo, el toque de queda comenzaba a las 6:00pm, persona fuera de casa, ya era considerada persona muerta.

–Mariel– dijo Ismael mientras miraba a su mujer cargando la muñeca que le había pertenecido a Cali hace más de 18 años. –Ven, mi reina, tienes que comer–.

–Otra vez la perdí– dijo hablando por primera vez en todo el lapso del tiempo que su hija llevaba desaparecida.–¿Y si le hicieron algo? ¿Y si ya no está viva? ¿Y sii..?–No termino de hablar cuando soltó el llanto, un llanto que se escuchaba en cada rincón de la hacienda donde se encontraban.–MI BEBÉ ISMAEL, ¡DE NUEVO ME LA QUITARON!–

Ese grito fue suficiente para que a todos,  la familia Guzmán, Zambada, y los Barraza que se encontrarán ahí se les erizará la piel.

–Ovidio, tienes que comer– le rogaba Iván a su hermano menor– Tienes que estar fuerte para cuendo encuentres a Caliope– la mirada vacía de Ovidio se cruzó con la de Iván por un momento.

–¿Yo la voy a encontrar, Iván?– dijo como si de un niño chiquito se tratará, haciendo que la atención de todos se fijara en él.

–Si Ovi– Sollozo Serafín mientras se acercaba a su mejor amigo– Tú vas a rescatar a Cali, pero tienes que mejorarte compa, imagínate que te vea así– dijo en el tono fraternal, ese que era tan característico que ambos compartían, uno con el otro.

No era para menos la preocupación que sentían todos por Ovidio, desde que Caliope había desaparecido, el había dejado de hablar, comer, y hasta de dormir, estaba pasando por una crisis nerviosa, y se había desconectado de todos y de todo. Siempre cargaba su tejana, esperando sentado en la puerta de la entrada, que ella, su otra mitad entrará cantando, como siempre lo hacía.

Iván por su parte no dejaba de culparse, no solo por la muerte de su mano derecha, si no por el haber desprotegido a Cali, lloraba inconscientemente, todo el tiempo y todo el día.

Vicente por su parte se encontraba en un modo eufórico de matar a todo aquel que se identificará como parte de los Avendaño, pero la sorpresa era que a él se le había sumado Alfredo, los cuates y con ellos Don Gerardo, quien le pedía al cielo, que su princesa, al menos siguiera con vida y que si era mucha su suerte, que se encontrará bien.

Serafín, protegia y cuidaba a Ovidio, como si de su hermano menor se tratará, ambos iban a darles alimento a las chivas que Cali había recogido, y de nuevo la rutina volvía, el mirando las noticias donde pasaban las imágenes de lo que estába pasando, así mismo el viendo a Ovidio sentado mirando fijamente a la entrada, con la tejana de su hermanita en su regazo.

Era un infierno el que todos estaban pasando.

Caliope.

Sentía el sudor de mi cara rodar por mis mejillas, hasta llegar a mi cuello, sentia como la desesperación me estaba matando, así mismo el como la temperatura estaba a punto de hacerme convulsionar. Mire mis manos atadas, y no pude evitar sentir temor, miedo a que me volvieran a dañar, como tanto lo habían echo últimamente.

–Dejame por favor– dije mientras mi boca temblaba al mirar aquella persona acercarse –No me hagas nada ¡Por favor!– A este punto no podía dejar de llorar.

𝐋𝐚 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐝𝐢𝐝𝐚 Where stories live. Discover now