Lauren carga consigo el recuerdo de su difunta madre y una empresa al borde de la quiebra. Con un padre que le demuestra a cada momento su desprecio y una hermana que la odia a su parecer sin razón aparente, Lauren toma la decisión que cree mejor pa...
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Baila bajo la lluvia con el vestido azul mojado y su cabello castaño pegado a las mejillas pálidas, no importa que no deja de reír por los efectos del alcohol actuando en su sangre. Sus ojos verdes muestran la tristeza profunda de su alma, esta destruida y trata de ocultarlo tras una máscara de sonrisas.
—Anda Lauren, te llevaré a casa —le imploro apoyado en la pared.
Mi cazadora de cuero esta empapada y siento las piernas pesadas por el jean mojado, necesito quitarme esta ropa cuanto antes. Tarea difícil convencer a una chica rica borracha de que deje de bailar y me permita acompañarla a su casa, la última hora había estado repitiendo lo mismo, que no tiene casa a la que la pueda llevar.
—Te vuelvo a repetir guapo, no tengo casa, soy un alma libre que al fin se escapó del puto infierno —su risa se escucha por las calles vacías—. El puto infierno.
La tomo del brazo, sus piernas se tambalearon y me rodea el cuello con las manos. Esa sonrisa perfecta sobre sus labios me hace imposible alejarme, incluso ebria es la mujer capaz de hacer que me pierda en el verde de sus ojos y en cada lunar de su piel.
—¿Alguna vez te dijeron lo peligroso que es mirar a una mujer de esa manera? tengo un carcelero que si viera como me estas tomando justo ahora te querría desaparecer cariño —pasa sus dedos por mi mejilla con torpeza.
—Solo pídeme que te suelte y lo haré —separo mis brazos un poco sin evitar tenerlos cerca por si se tambalea para caer.
—No quiero que me sueltes Omar, no quiero volver a casa tampoco porque todo ahí es una mentira —apoya su rostro en mi hombro—. Me ahogo en las mentiras de mi propia familia, me doy cuenta de que nadie allí me quiere de verdad pero contigo es todo lo contario, me siento a salvo y libre.
—Apenas me conoces Lauren, no sabes el tipo de hombre que soy y te refugias en mi de tus problemas —rio un poco sin moverme.
—¿Quieres seguir fingiendo que sos un hombre con un corazón de hielo? tu corazón no está podrido como el de Germán, tú también ves que solo soy su capricho —puso sus labios a centímetros de los míos—. ¿Me ves como una niña caprichosa igual que a él? Claro que sí, como la niña caprichosa que siempre le dieron todo lo que quería, pero no sabes ni la mitad.
—No importa lo que un pobre idiota como yo piense en tu mundo, a ti tampoco te debería de importar lo que piense, porque ahí es a donde perteneces —le acaricio el cabello mojado—. El mundo en el que tú vives me queda grande, solo importa cuánto dinero lleves en la chequera y un par de euros no son suficientes.
—Un mundo de mentiras donde nada es del todo real, que el dinero lo puede comprar todo solo debes averiguar el precio ¿Ese es del mundo que hablas? —la escucho sollozar y mi corazón se oprime—. Me gustaría vivir un poco más de la realidad que tu vives, a tu manera al menos conoces lo que es la felicidad, pero mi mundo es una pozo de mierda donde nadan las mentiras.
