Cálmate

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CAPÍTULO 5

Darwin

El sonido de sus labios al gemir y murmurar palabras, mientras ella deliraba en medio de una fiebre, me ponía nervioso e incómodo, en cierta parte. Porque por primera vez estoy oyendo algo tan excitante como sus gemidos suaves, que penetraban mis oídos y me hacían cerrar los ojos, sintiendo el placer del orgasmo auditivo.

Dejé caer mis manos sobre la camilla y miré a Lala, quien vendaba mi mano y tocaba la frente de Merlín cada tanto. Ella suspiró de manera ruidosa y me miró, analizando mi rostro buscando respuestas.

-Solo dime, Darwin. ¿Qué tienes?-pregunta con el rostro inundado de curiosidad.

No es que no quisiera contárselo, es que contárselo era como decirle que buscará la cura y eso haría que yo me quedara en este mundo, sin embargo que ella hiciera eso me hacía sentir mal, extraño, raro. Toda mi vida escuché palabras como: "Si se infecta, es posible que mueras, pero por mientras, vamos a estar supervisando para que aquello no ocurra. Eres demasiado joven, Darwin."

-Es un simple problema al corazón-miento, pasando mi mano desocupada sobre la sien de Merlín inconscientemente, quitando los mechones de su cabello negro oscuro. El contacto de mis manos sobre su piel, hizo que la mia se pusiera de gallina y que el aire de entre mis labios saliera, como si aquello se sintiera correcto, como si tocarla fuera correcto.

-Ajá-murmuró Lala.

El simple tono de su voz me hizo saber que no me había creído para nada, no obstante, ella dejó pasar mi mentira y se giró, saliendo de la habitación, dejándome completamente solo. Mi corazón acelerado, mi respiración irregular y mis manos que por vida propia no paraban de tocar el hermoso rostro de ella.

-Por Dios-susurré.

Verla con sus ojos cerrados, con sus largas pestañas desparramandose sobre sus hermosos pómulos sonrojados, me hacía enloquecer y sentirme un tonto. Porque la miraba y miraba y no dejaba de hacerlo.

Joder, es que ella es preciosa. Detalle sus mejillas redondeadas, rojas y blancas, como un pequeño algodón. Tenía su nariz recta y pequeña con un pequeño lunar en medio de ella. Baje mi mirada hacia sus anchos y llenos labios de color carmín. Eran brillantes y con solo verlos, mi cuerpo quería actuar por sí solo y besarla hasta saciarme.

Dejé de tocar su cabello y deslice mis dedos sobre el contorno de su rostro redondeado, delineando su dulce cara contra las yemas de mis dedos, disfrutando el placer de estar tocando algo que mi cuerpo anhelaba. Mi cuerpo sufrió un escalofrío cuando deslice las yemas de mis dedos sobre el contorno de sus anchos labios que se abrieron cuando ella gimió dulcemente. Mi dedo por acto propio se posó sobre ellos y los toqué, tocando la suavidad de su boca húmeda. Cuando creí que ella se despertaría, la lengua de Merlín salió de entre sus labios y chupo suavemente mi dedo, mandándome varias corrientes llenas de placer, anhelo, excitación a varias zonas de mi cuerpo.

Joder...

Quité mi mano de inmediato y me giré, buscando alguna bata dentro de este pequeño cuarto de hospital. No podía quitarle la mía, ella tenía mi camiseta sobre sus deliciosos pechos redondeados, grandes y perfectos, y...

Por Dios, Darwin. Cálmate.

Apreté mis ojos y cuando encontré una bata, la puse sobre mi cuerpo y me cubrí ante la soledad de la habitación, observando y escuchando los suaves ronquidos y gemidos que hacía ella al dormir, y eso me relajaba, tanto que mis ojos pesaban y no podía ni siquiera pensar con claridad.

Intenté mirar algún lugar a mi alrededor para acostarme, pero no había nada más que una mesa con utensilios médicos y la camilla con un gran espacio solo para mí y ella. Ambos caímos ahí. Luchando contra mis impulsos, me acosté suavemente a su lado, oliendo el olor de su piel blanquecina y su aliento contra mi mejilla al acostar mi cara contra la almohada acolchada de la camilla.

Darwin #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora