☙𝓗𝓮𝓻𝓲𝓭𝓪𝓼❧ {5}

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El cosquilleo en su espalda lo hizo removerse y suspirar por lo cómodo que se sentía. Horacio podía oír un golpeteo tranquilo, y al no lograr identificar de qué se trataba, abrió los ojos. Se alejó al instante al reconocer que se encontraba apoyado en el pecho de Volkov. El movimiento brusco le provocó dolor en varios cortes y moretones.

–Lo-lo siento –dijo Horacio sin saber hacia dónde mirar. Quiso alejarse un poco más pero la mano de Volkov se acercó a su rostro para acomodar unos mechones traviesos de la cresta.

–¿Cómo dormiste? –preguntó el ruso con voz suave mientras seguía acomodando su cabello y aprovechaba a rozar con sus yemas la piel sana del rostro de Horacio–. ¿Algo de dolor?

–Bi-bien –contestó Horacio y se relamió los labios con nerviosismo–. Me siento bien.

La verdad era que mantener esa posición, por lo que sospechó fueron horas, le empezaba a pasar factura. Los músculos acalambrados porque su pierna no dejaba que su cadera se girara por completo, junto con los moretones y heridas sobre los que había estado apoyado empezaban a doler y esto se reflejaba en sus expresiones. Volkov lo notó y se reincorporó un poco, acercándose repentinamente y quedando a centímetros del rostro de Horacio. El ruso se mantuvo con la expresión seria, mientras que el chico movía los ojos nerviosos e intentaba formular alguna palabra. Volkov acomodó con una mano unas almohadas y luego la puso sobre la espalda de Horacio para indicarle que se recostara.

–¿Tuviste pesadillas? –preguntó Volkov todavía recostado sobre su lado para poder mirarlo a la cara. Horacio negó–. Bien, entonces sigamos durmiendo juntos.

–Estaba bastante cansado así que tal vez haya sido por eso.

–Dormiste sobre mí, Horacio –recordó el ruso, provocando que las mejillas del chico a su lado se tiñeran rápidamente de un color rojizo.

–¡Ya, lo siento! Me muevo mucho por la noche –intentó justificarse Horacio. Volkov sonrió.

–Lo sé, siempre me pateabas y te quedabas con todas las sábanas y mantas –recordó divertido y el rubor en las mejillas del chico aumentó–. Pero no me molesta, Horacio, si apoyarte en mí te sirve para descansar mejor, hazlo. Para eso estoy aquí.

Horacio asintió.

–¿Tú cómo dormiste? –preguntó, intentando sostenerle la mirada al ruso, pero su cercanía y la tranquilidad con la que se mantenía lo ponía cada vez más nervioso.

La mano de Volkov volvió a moverse hacia el rostro de Horacio para quitarle una pequeña basurita que tenía en la mejilla. El chico cerró los ojos por su toque y el ruso sonrió. En lugar de alejar la mano la dejó con el objetivo de acunar el rostro de Horacio, sintiendo que éste lo inclinaba un poco para apoyarse un poco más su palma.

–Dormí muy bien –contestó Volkov.

–¿Qué haces, Viktor? –preguntó Horacio sin abrir los ojos. El pulgar del ruso había comenzado a dejar suaves caricias sobre su piel.

–No lo sé –susurró Volkov todavía concentrado en deleitarse con los roces que le proporcionaba. Esquivaba los pequeños moratones porque no quería generarle dolor, aunque también aprovechó a mirarlos, sintiéndose aliviado porque la intensidad de los colores era menor.

Permanecieron unos cuantos minutos en esa posición. Volkov se permitió observar el rostro de Horacio, prestando atención a las largas pestañas, el color rosado de sus labios junto con la pequeña herida que tenía en la comisura, unos lunares y la cicatriz diminuta en el nacimiento del pelo que había descubierto meses atrás. Estar así con Horacio le aceleraba el pulso y le dibujaba una sonrisa en la cara. El momento se vio interrumpido cuando los ojos de Horacio se abrieron espantados y su cuerpo se reincorporó con un movimiento rápido que le produjo un dolor intenso de unos segundos.

Historias // VolkacioWhere stories live. Discover now