Capítulo 12 parte A

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En su vida la había conocido; sólo por medio de las cartas que le hacía llegar a Terry Granchester, ese joven comprometido con la actuación y que llegara a ocupar uno de los departamentos de ese edificio que la mujer cuidaba.

Por sus propias letras supo su nombre: Candice White, pero la portera también conoció en persona y a todo color a Susana, muchachita que a leguas de distancia irradiaba su sentir por el solitario inquilino.

Preguntar cuál de las dos era la preferida, no había necesidad de respuesta.

La mujer podía percatarse de los humores de Terry con cada misiva que arribaba de Chicago; en cambio, cuando la finada actriz aparecía era también palpable el malestar que de él se apoderaba.

Un vivo ejemplo de ello, fue aquel día en que la señorita Marlowe llegó buscándolo con la excusa de ir por él para llegar juntos al ensayo, y que pese de habérsele advertido que Terry, por haber estado despierto hasta muy tarde seguía durmiendo, la dejaron pasar y de extra se atrevieron a poner en sus manos la carta de su querida Candy.

Obviamente, él, luego de haber sido grosero con la intrusa, reprendió a la portera por las dos causas.

Aunque claro, las letras de su amada, llegaron a él mucho más tarde, ya una vez que Susana decidiera entregarle su pertenencia y confesarle lo que había pensado hacer con ella: romperla y tirarla.

Desconcertado, Terry atendió lo que más le interesaba.

Posteriormente, él habló con la encargada de su correspondencia.

Ahí, más claro quedó quién era la dueña de un corazón.

El destrozado pudo conseguir la lástima, y que inclusive se unieran al plan de dañar al reciente matrimonio Granchester.

El accidente de Susana y poco después su muerte, la lloraron más de dos.

La madre de la desafortunada, y ella, la jamás pensada portera, la cual una vez que dejaran a la enferma a la deriva, el camino de regreso a casa tomaría.

No obstante, la venganza prometida iba a continuar.

Sí, él tan libremente no quedaría, y a ella le faltaba culminar la traición cometida hacia las Marlowe.

Gracias a la portera, la madre de Susana supo el domicilio de Candice en Chicago, lugar donde conociera a Eliza Legan, la más grande y poderosa enemiga de la pecosa, y que encantada estuvo con la idea de desaparecerla.

Sacarla de la ciudad, hubo sido su propósito, pero... del mundo de los vivos y Terry incluido ¿por qué no?

Él también la había humillado, así que, su gusto no podía ser más grande.

Lo malo, que Niel, el siempre peón de su hermana, sin su consentimiento fue integrado al malévolo plan de destrucción.

Creído odiarla, el joven Legan aceptó, aunque ya una vez en marcha, cambió la táctica de ataque.

Se quedó con Candy, denunció a la Señora Marlowe y, lo peor, se hizo amigo de Terry Granchester.

Éste, pueblo tras pueblo, seguía viendo a través de la ventanilla, siendo la esperanza de que, uno dejado atrás, era lo cercano que estaba a ella.

Sin embargo, sus ansias eran enormes, su impaciencia mucha y con ello acrecentó una consternación.

Le había fallado a su adorada Candy.

No había sido diferente a su padre. Abandonó a su hijo por llorarle y...

Terry cerró los ojos y agachó la cabeza en señal de fracaso.

En eso, una cálida mano se hizo de su hombro, y él no dudó en atender a quien lo había hecho.

Se trataba de Mylo, el cual no estaba en mejor situación.

Sin saberlo, había ofendido a su madre más de una vez, y aunque aquella vecina desconcertada no lo hubiere sido, irrespetuoso sí para con sus mayores.

Con él, no fue excepción. Su dolor lo escudó en rebeldía y...

— Muero por verla — dijo el chico y bajamente, no lo suficiente para que dos miradas de tonos azules diferentes se encontraran y no distaran de sus deseos.

Habían sufrido tanto creyéndola muerta, que una absurda pregunta surgió en tres pensamientos: ¿a cuál de los tres abrazaría Candy primero?

¿A Mylo, por ser el hijo de sus entrañas y del amor?

¿A Terry, quien era el amor y lo que la mantuvo fuerte y "sana"?

¿O al querido Albert, que siempre estuvo al pendiente de lo que más se amaba?

Como fuere, los tres añoraban ya estar en Lakewood, y allí... 

VIDA PERDIDAWhere stories live. Discover now