06. "Miedo"

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Ya había pasado unas semanas desde que Astrid leyó las notas de Hipo y había logrado encontrar paz nuevamente, aunque aún tenía algunas noches difíciles en dónde el dolor era insoportable.

Aún así, continuaba esforzándose en seguir protegiendo a Berk y a los dragones.

Los jinetes viajaban a las Islas que Astrid tenía señaladas como: “No habitables para Dragones” y los buscaban, rescataban y los llevaban a mejores Islas.

Se habían encontrado con un par de atrapadores de dragones que se dedicaban a venderlos para las peleas, comercios u otras cosas.

Y en estos momentos, se encontraban atacando un barco de ellos.

– ¡Destruye las velas! – grito Astrid a Patán, quien de inmediato acató la orden y disparó a las velas del barco, logrando que este se destabilizara y los hombres abordo ya no pudieron seguir disparando.

– ¡Gemelos, nube de cremallerus al rededor del barco! – les ordenó Astrid a los gemelos para que dieran el golpe final.

Después de la enorme explosión que dejó a los vikingos aturdidos, los jinetes bajaron a la cubierta del barco para inmovilizar a los atrapadores.

– Yo que ustedes me quedaría quieta – les amenazó Astrid mientras Patán y los gemelos los apresaron, al mismo tiempo Patapez liberaba a los dragones atrapados.

– Listo Astrid. Ya son todos – dijo Patapez una vez subió a cubierta.

– Bien. Vámonos – dijo mientras se daba media vuelta y se dirigía a su dragón.

– ¡Oye Astrid! ¿Qué hacemos con estos tipos? – pregunto Brutacio.

– Hay que dejarlos ahí – respondió Astrid ya arriba de Tormenta.

– ¡Oye! ¡No pueden dejarnos aquí, en medio de la nada! –protestó uno de los hombres.

– A ustedes no les importo atrapar, lastimar y vender, a quien sabe quién, a estos dragones dejándolos a su suerte. ¿Por qué debería importarme lo que les pasará a ustedes? – respondió con enojo y sin una pisca de duda en su voz, mientras se acercaba junto a su dragón hacia los vikingos.

– Vámonos de aquí chicos. Que el mar se encargue de deshacerse de la basura – agrego mientras emprendía el vuelo.

– ¡Ya oyeron a la Jefa! – respondió Brutilda al momento en que se subía a su dragón junto a su gemelo y comenzaban a emprender el vuelo junto a todos los jinetes.

Mientras se alejaban solo se oían los gritos frenéticos de los  vikingos exigiendo que no los dejarán ahí.

– ¡¿Y ahora qué vamos a hacer? – pregunto uno a su líder.

– ¡Pues liberarnos de aquí, imbéciles! ¡Comiencen a trabajar! – les gritó mientras comenzaban a moverse para cortar las cuerdas con la fricción.

Una vez liberados, dirigieron su barco hacia una Isla que no estaba muy lejos de donde los dejaron.

– ¿Creé qué sea una buena idea bajar aquí? – pregunto otro vikingo a su líder.

– No tenemos suministros suficiente para ir más lejos, buscaremos en la Isla algo que nos sirva de alimento y con un poco de suerte podremos atrapar algún dragón – le respondió mientras ponía una sonrisa maliciosa.

Una vez en la Isla, comenzaron a bajar... Solo para arrepentirse de haber puesto un pie allí, a lo lejos solo se podían escuchar los gritos de horror y dolor de los hombres al igual que los rugidos de dragones.
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En Berk las cosas estaban tranquilas, muy diferente a como la estaban pasando Abono y Cubeta.

"Vuelve a mí"Where stories live. Discover now