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Tengen Uzui estaba de mal humor. Desde inicio de clases ha estado echando humo. Estaba irritable, gritón, sarcástico y mucho más egocéntrico que de costumbre. Sanemi Shinazugawa estaba aburrido del berrinche del gigante.

-¡Deja de actuar como una chica en su periodo!- gritó dándole un zape a Tengen.

-¡Así piensas animar a tu amigo, ah?-

-¡Te hemos sacado todos los días y sigues igual de insoportable! ¡Ni siquiera tus novias te soportan!-

El peliblanco no contestó. No podía negar lo obvio. Había estado molesto desde que la idiota de Senritsu lo había golpeado... ¡y aun no se había disculpado!... De hecho... ni siquiera le había hablado. Si bien seguía participando en el entrenamiento, no se escapaba a saludarlo. Solo hacía sus clases y se retiraba. Esa odiosa... ¡debía hacerla pagar por tardar en solicitar su sagrado perdón!

-Vamos a salir hoy, tú última oportunidad para cambiar tu humor- comentó Sanemi, observando la hora de su reloj -Nos vemos donde siempre-

Sanemi era una de los buenos amigos de Tengen. Pese a su pésimo carácter, tenía paciencia cuando se trataba del gigante. Pero no podía soportar más los lloriqueos silentes del albino. Esperaba que pudiese resolver su mal humor, siempre asociado a la pequeña plaga amarilla. ¿Tengen no se percataba del efecto que tenía la mocosa en su vida? Su amigo no era lento, sino lo siguiente.

El malestar de Tengen seguía aumentado. Mientras caminaba rumbo a casa pensaba en el castigo que se merecía la mocosa por menospreciarlo e ignorarlo. Pensaba agarrarla de sus delgadas piernas y ponerla de cabeza hasta escuchar sus ruegos. Sonrió satisfecho ante su idea. Pero no lo hacía sentir bien, porque cuando lo golpeó, los ojos ámbares de su pimpollo estaban inundándose de tristeza. Y porque por primera vez ella lo había golpeado. Ni siquiera en el entrenamiento (donde estaba permitido darse en la madre) ella había intentado seriamente hacerle daño.

¿Qué había motivado esa reacción? Si estaban discutiendo cómo siempre.

Repentinamente, su soliloquio se vio interrumpido por la figura menuda de quien se atrevió a perturbar su paz mental. La mirada rojiza se estampó en el ámbar.

-¡Eh!- fue el ruido que salió del albino, que fue esquivado por la pequeña quien siguió avanzando por su camino, pasando de su intento de saludo.

Tengen no era paciente. Ni delicado. Y estaba cabreado.

Sin mediar palabra, el enorme chico que compartía uniforme con la delgada chica rubia que se cruzó en su camino, tomó una decisión. Con sorprendente agilidad, tomó a la chica, acomodándola sobre su hombro. La pequeña no alcanzó ni a quejarse ni a pedir auxilio, pues fue rápidamente arrojada al interior del cuarto del gigante más bruto que conocía.

-¿Cuál es tu problema?- alzó la voz. No gritó porque el albino se escuchaba intimidante. Emitía un tono de molestia clara y contundente.

-¡Esa es mi línea!- contestó desafiante Tengen, acercándose a la rubia quien, amedrentada, se alejaba de él -Te atreviste a golpear mi rostro y no te has disculpado. ¿Quién te crees que eres para hacer eso?-

Senritsu enfrentó a Tengen. Aunque le tenía mucho miedo porque era enorme, chocó su mirada.

-No... no me disculparé-contestó. Ante la negativa, él se acercó aun más, acción que hizo flaquear la decisión de la rubia -Es más, tu deberías disculparte-

-¿Eh? ¿y por qué? ¿acaso yo estampe mi mano en tu cara?- acercó su palma extendida a la mejilla de Senritsu. La diferencia de tamaño entre ellos esa abismal. Definitivamente, una cachetada de Tengen desintegraría a la enana soberbia que tenía al frente.

El color del sonidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora