𝟎𝟏│El despertar

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Dicen que para todo en esta vida tenemos un destino sellado, encerrados en una lucha continua de la que no podemos escapar desde el mismo momento en el que nacemos, pero también dicen que las cosas no salen siempre como están planeadas, y a mi, eso es lo que me da esperanzas.

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—Ya debería haber despertado.

—La paciencia es una virtud que te escasea. — Que eleve una ceja de esa forma tan característica no es una reacción que le sorprenda, al contrario, sabe que causaría ese efecto e incluso lo disfruta.

—¿Te diviertes?

—Contigo es imposible no hacerlo, eres la viva imagen de la alegría.

Rahul estaba a punto de contestar, entrar en el juego era otra de las cosas que no podía evitar. —Si van a seguir discutiendo, señores, voy a tener que pedirles que se marchen.

—No se preocupe, doctor, el capitán estaba a punto de pedirle disculpas, ¿verdad?— Como le habría gustado al castaño reprimir a Sora, de no haber sido quién era, lo habría hecho.

—Les avisaré si hay cambios vitales en la señorita, pero por el momento, no más visitas, y va por ambos. — La cara de decepción era notable en el rostro de ambos jóvenes, pero no podrían contradecir al doctor ni aunque quisieran. Saben que poco más pueden hacer ahí, pues tras una semana de espera, Lunna ya debería de estar a punto de despertar.

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Hasta mis oídos llegan sonidos extraños y lejanos, tengo la sensación de escuchar voces a mi alrededor, aunque realmente no soy capaz de saber de donde provienen. Poco a poco empiezo a controlar mi cuerpo de nuevo y recobro el dominio que parecía haber perdido sobre este, a la vez que tuerzo los labios en una mueca de dolor, pues estoy terriblemente abatida. La luz que llena la instancia me hace parpadear varias veces hasta que puedo acostumbrarme un poco a la luminosidad del lugar.

Me encuentro en una sala con las paredes cubiertas de una capa de pintura azul, con el escaso adorno de unas cortinas de lino beige en la única ventana que soy capaz de encontrar. En un lento y costoso movimiento muevo los dedos de la mano y los enredo en las sábanas, finas y delicadas al tacto, mientras que con las yemas de los mismos intento dibujar pequeños trazos a mi alrededor, recorriendo de esa manera todo lo que me rodea.

La sensación de vértigo me posee al instante y siento como millones de agujas se me clavan en la cabeza y en la nuca, no puedo reprimir más el mareo y las náuseas. Puedo dar gracias de encontrar sobre la mesilla un bowl vacío, porque mi primera necesidad es inclinarme y vomitar. Tras este suceso que me deja con una desagradable sensación de vacío, consigo incorporarme con lentitud y me siento sobre la cama. Mantengo la mirada fija en la ventana que muestra el exterior, en el cual solo puedo distinguir extractos de luz y un cielo completamente despejado, pero no hay nada más, ni un minúsculo rastro de vida que pueda darme alguna pista para saber donde me encuentro.

Estiro las piernas e introduzco los pies en unas zapatillas cuidadosamente colocadas en el borde de la cama, son de un verde sedoso con una extraña "uve" con ramificaciones bordada en uno de los extremos de las zapatillas. Es un símbolo extraño, capta mi atención al momento, pero me duele la cabeza simplemente de intentar recordar dónde lo había visto antes.

—¿Cómo te sientes?— Estaba tan absorta en intentar levantarme que no me había dado cuenta de que el doctor había entrado en la habitación.

Siento la boca seca, la saliva se desliza por mi garganta con dificultad, es extraño. —Mareada y me duele muchísimo la cabeza.

Crónicas del Pensamiento | Libro I. Andara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora