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El suspenso del momento me tiene temblando.

Hasta tengo frío. Hasta quiero hacer pipí. Hasta el armario empieza a sentirse pequeño y claustrofóbico para mí.

Es un supervisor nada más, ¿por qué creo que puede matarme como si fuera Michael Myers de Halloween?

—No teníamos planes de salir todas formas —resopla el chico ante eso de quedarse en el apartamento por la desinfección—. Nuestra vida social es nula. Ni siquiera tenemos Tinder, pero seguro que tú no sabes qué es eso.

—Y me mienten —se queja el hombre, harto—. ¿Hoy aparecerá otra chica escalando las ventanas?

¿Chicas escalando las ventanas?

¿Para qué?

¡¿Por qué todo se pone peor?!

—Que te vayas —suelta Nikko, de nuevo intimidante.

—Como dije, estaré atento —los amenaza el supervisor—. Ya me tienen cansado con sus escándalos y con eso de que la gente se mete al edificio por su culpa. 

—¡Es que somos los culpables de todas las desgracias del mundo, pues! —suelta Nikko, exageradamente harto.

—¡El covid por nuestra culpa, las guerras por nuestra culpa, que seas feo por nuestra culpa! —añade el otro.

Es obvio que ambos están uniendo fuerzas para hacer un drama falso y chocante contra el tipo.

Lo logran, porque él les dedica una mirada asesina, y luego, enojado, sale de la habitación. Deja la puerta abierta, por lo que oigo los sonidos de la sala:

Los pasos y la última advertencia de que si vuelven a cometer un error o hay una queja, serán echados.

Después se escucha un portazo.

Pasa un minuto de silencio.

—Saskia —oigo que me llama Nikko desde la sala—. Ya puedes salir.

Salgo muy rápido.

La bebé está tomando lo último del biberón y de golpe soy consciente de que estoy cargando a una personita extraña que no debería ser mi bendito problema.

Voy desesperada hacia la cesta como si sostuviera algo en llamas y la dejo allí. Obviamente le quito el biberón vacío.

Luego sacudo los brazos, que siento dormidos, y mientras, paso la mirada ceñuda sobre los dos que me han metido en ese lío.

Tienen la misma altura, pero mientras que Nikko parece un nerd cool de televisión, el Sin Camisa es todo un chico cool de la universidad. Sus ojos son verdes y su piel es un hermoso trigueño con pecas marroncitas en la nariz.

Y espera, ¿tiene un tatuaje en la muñeca? Ni siquiera lo había notado.

—Quiero explicaciones —exijo.

—Ese tipo nos odia —suspira el chico con su sonrisa borracha— pero ya pasó el peligro.

—Y no soy actor porno —asegura Nikko desde su lugar, de nuevo confundido.

El otro intenta reprimir una risa. Señala a Nikko con el pulgar.

—Sí, no creo que él tenga el material necesario...

Su mirada se va hacia abajo en un gesto de broma y es inevitable que la mía también por unos segundos, pero caigo en cuenta de que estamos hablando de lo que puede haber debajo de los bóxers de Mario Bros y la aparto muy rápido con vergüenza.

Quiero lucir enojada para poner los límites e inspirar seriedad, pero termino entre: casi reprimiendo una risa que no sé ni de dónde me sale y "ponte sería, joder, que no conoces a esta gente y hablar de penes no es lo adecuado".

El caos que somosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora