VI.

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La peste de la sociedad.
Las muñecas rusas.
Las cascaras vacías.

Eran los frutos podridos
bañados en brillantina,
vestidos de lentejuelas.

Alardeaban de sus cuerpos remendados
como muñecas de trapo,
porque no aceptaban sus imperfecciones.

Estaban tan tristes que debían reírse.

Seres de plástico.
No, no eran eso.

Ellos sentían,
amaban
y gritaban al mundo de lo que carecían.

Y el gentío les escupía,
les incitaban a seguir con el circo
de lo que alimenta al morbo humano,
las banalidades más cínicas.

Un bocadoWhere stories live. Discover now