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Soobin había sido obligado por sus padres a una tal cena de negocios, como la mayoría de las noches. Sabía que debían asistir al ser una de las familias dueñas de hoteles ultrafamosos en Corea del Sur, pero él no le agradaba aquella fama que tenía su familia, la verdad es que le importaba muy poco el dinero.
Cuando era más pequeño, disfrutaba un poco más las fiestas, ya que habían algunos chicos de su edad para jugar. ¿Pero ahora? ¡Todos habían ido por sus propios caminos! La mayoría eran unos creídos insoportables y niños de mamá y papá. No los soportaba ni un poco. Él por su parte, apenas y compraba cosas de marca ni tampoco le pedía nada a sus padres, cuando quería alguna ropa, esta no llegaba a costar más de 10 dólares, y es que no había necesidad. Muchos niños ricos de su edad tenían un super auto ¿cierto? El prefería su motocicleta, aunque su madre se cansaba de repetirle lo peligrosa que podría ser.
Llegada la hora, se vistió con el traje que le había traído una de las sirvientas, suspirando debido a que no le gustaban. Por mucho que insistía en que él podía buscar su ropa, sus padres mandaban a las sirvientes a hacerlo por él, por suerte le dejan vestirse solo, sabe perfectamente que eran capaces de mandarle a los criados a que lo hagan.
Ajustó sus zapatos y finalmente se miró al espejo mientras peinaba su cabello con su mano. Llevo su -algo- largo cabello azul hacia atras. Su madre había intentado convencerle de cortarlo varias veces, pero no lo haría no después de notar lo bien que le quedaba ese corte.
Sintió unos toques en su puerta un rato después, por lo que solo le quedó suspirar antes de escuchar un: -Señorito Choi, el auto ya está listo para usted y su familia.
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