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Declaraciones de guerra inesperadas.

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Sabía desde un inicio que las cosas no serían para nada fáciles.

Por supuesto, a los ojos de los demás, él era un completo desconocido, un intruso.

Ya se imaginarán la cara de susto que puso Sanzu al ver quien había entrado a la habitación del rubio.
La cara pálida y la falta de oxígeno para sus pulmones era poca descripción.

"Deja de ser un maldito cobarde maldición" fue su propio pensamiento el cual le hizo recobrar el valor. Si quería ayudar a su amado a salir de aquel pozo llamado depresión debía ser valiente y no debía dejarse intimidar.
Si demostraba debilidad ante los demás, estaría dejando en claro que no era lo suficientemente bueno como para cuidar del rubio.

No iba a permitirse eso, no iba a permitir que los alejaran a ambos de nuevo y por supuesto que no iba a permitir dejar caer a Manjiro.

- ¿Eh? - la cabellera lila del diseñador revoloteo al compás del viento que entraba por la ventana de la habitación. Sus anteojos negros resbalaron un poco por el puente de su nariz - ¿Llegamos en mal momento?.

Podría jurar que aquellos ojos negros tan bonitos que poseía el Sano brillaron con intensidad. Aquellas gemas preciosas parecían dos luces en la oscuridad y la pequeña sonrisa que se dibujo en los labios opacos del paciente fue algo digno de admirar.

- Mitsuya... - aquel susurro de alegría y emoción llegó hasta los tímpanos del nombrado. Fue suficiente como para autoconvencerse y entrar por completo a la habitación.

Hakkai sintió una inmensa tristeza al ver el estado en el que se encontraba Mikey. El daño ya estaba echo, por supuesto, pero como todo capullo tenía que florecer y toda herida tenía que sanar estaba más que seguro que el dueño de cabellos dorados saldría de aquella situación y brillaria como nunca antes lo había echo.

- Lamento venir sin avisar - un pequeño ramo de girasoles acompañado de una bolsa de Dorayakis y unos cuantos Taiyakis. El listón rojo que poseía el ramo dejó más que maravillado al ojinegro - Pero necesitaba verte y también...

Haruchiyo era solo un espectador de aquella dulce visita. No sé atrevía hablar por respeto y por qué Hakkai Shiba lo veía con curiosidad. Esperaba que contener la respiración y cruzar los dedos fuera suficiente o tendría que salir corriendo de ese lugar si quería seguir viviendo.

Los pasos apresurados de Takashi resonaron por la habitación, las flores y la comida se resbalaron de sus manos quedando espercidos por la mesa junto a la cama.

Abrazar a Manjiro no era un deseo de Mitsuya si no más bien una necesidad, lo necesitaba entre sus brazos, arrullarlo y hacerlo sentir protegido.

Sanzu por su parte sintió envidia por aquella confianza que se tenían, estaba tan seguro que no podría hacer lo mismo con Manjiro o Izana le arrancaría ambos brazos y Shinichiro le daría la paliza de su vida.

𝐒𝐢 𝐦𝐞 𝐚𝐦𝐚𝐬 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐬𝐨𝐲 - 𝐒𝐚𝐧𝐳𝐮 𝐱 𝐌𝐢𝐤𝐞𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora