Pánico

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Light creía que estaba preparado para las despedidas. Al fin y al cabo, saber decir adiós era un paso necesario para poder alcanzar su objetivo final y por fin transformar la sociedad corrupta en la que vivían. A pesar de ello, Ryuzaki siempre conseguía ponerle las cosas difíciles y hacer que dudara de todo, incluso de él mismo.

"Ryu... Ryuzaki... Por... favor..."

"Light-kun... No hay necesidad de ir deprisa, ¿no crees?", susurró L, humedeciéndose los labios.

Lentamente, la lengua de Ryuzaki comenzó a dibujar pequeños y precisos círculos sobre su pecho mientras deslizaba la mano entre sus cuerpos. Light no pudo evitar dejar escapar un sutil gemido cuando los dedos del detective comenzaron a masajear su miembro por encima del pantalón.

"Ryuzaki. La necesidad... la dicto yo.", afirmó el castaño, entre jadeos.

"Vaya. Tan autoritario como siempre, Light."

"Cállate..."

Aún después de todo, Light todavía se preguntaba en qué momento había empezado a sentir tal grado de atracción hacia L. ¿Cómo demonios habían cambiado tanto las cosas? La primera vez que vio a Ryuzaki en persona, su primera reacción fue de total rechazo; su aspecto desaliñado y salvaje, aquella personalidad tan singular y las extrañas manías que rozaban lo obsesivo. En definitiva, eran demasiado diferentes, como el día y la noche. A pesar de todo, con el paso de los días, Light lo había empezado a ver con otros ojos. Casi inconscientemente, comenzó a normalizar las excentricidades del detective, hasta el punto en que incluso le agradaban. El tiempo que habían pasado esposados el uno al otro le había permitido conocerlo más en profundidad, lo que ocasionó que el magnetismo entre ellos fuese creciendo gradualmente. Pronto, los gestos de Ryuzaki comenzaron a provocarlo a cada minuto: la manera en la que colocaba la mano en su hombro cuando veían algo en el ordenador, los roces fortuitos, las miradas furtivas, incluso la lascivia que el detective desprendía cuando comía dulces. Para cuando se dio cuenta y quiso reprender sus sentimientos, ya era demasiado tarde.

Ahora sabía que debía decirles adiós a aquellos sentimientos; o, mejor dicho, a Ryuzaki. Tenía que despedirse, porque sus ambiciones, sus planes de cambiar el mundo a mejor, eran más importantes que nada. El dolor por la pérdida no era una excusa válida, ya que tenía muy claras sus prioridades; o, al menos, eso era lo que quería creer con todas sus fuerzas.


Mierda... ¿Qué demonios me pasa?


En cuestión de segundos, Light percibió cómo sus ojos comenzaban a humedecerse precipitadamente. No podía permitir que L lo viese así: débil, llorando como un estúpido, así que trató de cerrar los ojos para ocultarlo. Desafortunadamente para él, Ryuzaki lo conocía demasiado bien y no iba a dejarse engañar por un truco tan absurdo. Muy despacio, casi con miedo, el detective se incorporó para quedar a su altura.

"¿Light-kun...?"

"¿Qué haces? No te he dicho que pares.", soltó el castaño, de manera brusca.

"¿Qué te pasa?"

Con expresión preocupada, L acercó la mano y acarició su mejilla con las yemas de los dedos. Light sintió cómo un calor dulce le recorría estómago y el pecho. Aunque fuese durante unos breves segundos, necesitaba dejarse consolar y sentirse protegido por la persona a la que amaba. Sin embargo, cuando volvió en sí mismo, aquel calor agradable se transformó en llamas de orgullo e ira.

"¡¡Basta!!", gritó, apartando los dedos del detective de un fuerte manotazo. ¡¿Qué se supone que estás haciendo?!"

Ryuzaki se quedó boquiabierto, con la mano en alto, visiblemente sorprendido por la violenta respuesta del castaño.

"Estás llorando.", afirmó, manteniendo la compostura. "Sería estúpido negarlo, Light."

Light resopló con desgana y giró la cabeza para evitar mirar a L.

"No estoy llorando. No sé si te has dado cuenta, pero tenemos una maldita tormenta sobre nosotros. Llueve mucho. Joder, Ryuzaki, ¿de verdad no puedes dejar de decir tonterías, ni siquiera por un momento?"

"No tienes que esconderte de mí. Me gustaría ayudarte, Light."

"¿Ayudarme?", repitió, soltando una carcajada de incredulidad. "No necesito tu ayuda ni la de nadie, Ryuzaki. Soy mayorcito y me valgo por mí mismo."

"No lo pongo en duda. Solo digo que quiero ayudarte. Puedes contarme cualquier cos-"

"¡¡Joder!! ¡¡Cállate ya!!", gritó, completamente fuera de sí.

"Te quiero, Light, y quiero estar ahí para ti, pase lo que pase."

Después de aquellas palabras, todo a su alrededor se volvió borroso. Fue casi como si L hubiese pulsado un interruptor prohibido dentro de él, el botón que no debía tocarse bajo ningún concepto. En cuestión de segundos, minutos quizás, Light comenzó a llorar desconsoladamente. Las lágrimas brotaban de sus ojos con vida propia y se fundían veloces con las frías gotas de lluvia. De la garganta le emanaba un calor insoportable, como si los sentimientos que se había empeñado en silenciar durante tanto tiempo deseasen salir para no volver jamás.

Sentía que le faltaba la respiración,

que podía ahogarse en cualquier momento,

su cuerpo no dejaba de templar,

preso del más absoluto pánico.


"Eh... Light. Escucha mi voz. Respira. Estoy aquí."


La voz de L le llegaba lejana, como si le estuviese hablando desde otra dimensión. Las piernas le fallaban y ya no podía tenerse en pie, así que se dejó caer sentado sobre el cemento mojado. Ryuzaki se apresuró a agarrarlo para amortiguar la caída y acomodarlo sobre el suelo con sumo cuidado. Sujetando a Light por los hombros, se arrodilló para quedar justo delante de él, a su altura.

"Vamos a respirar juntos, Light.", susurró, con dulzura.

Light consiguió reunir las fuerzas justas para asentir y se dejó guiar por las indicaciones de L. Inhalación, exhalación. Inhalación, exhalación. Despacio. Eso es. Inhalación, exhalación. Inhalación, exhalación. Lo estás haciendo bien, Light. Estoy aquí, contigo. Poco a poco, el ritmo de su respiración se fue calmando, hasta que, por fin, la sensación angustiosa de ahogo desapareció casi por completo.



Inhalación.

Exhalación.

EspiralWhere stories live. Discover now