5. ¿ya te dijeron?

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Se supone que Kageyama y yo debíamos ser discretos, ya saben, por nuestras fama como jugadores, y porque no se pueden enterar que somos pareja.

Se supone.

Porque ahora mismo estamos siendo de todo menos discretos, llevábamos al menos diez minutos en la entrada del supermercado discutiendo quien iba a llevar el carrito. Sentía la miradas de muchas mujeres juzgándonos, dos veinteañeros que se comportaban peor que sus hijos de cinco años. Incluso oí que una le dijo a su hija que estudie para no terminar como nosotros.

Pero eso no era lo que me importaba en ese momento, solo quería ganarle a Tobio, yo quería llevar el carrito, de pequeño fingía que era como un auto, así que podría fingir chocarlo.

–¡Te estoy diciendo de que puedo llevarlo yo, Bakayama!– le grite –soy un adulto independiente que puede hacerse cargo de un carro de supermercado sin perderlo.

–Aja, si claro– me miro desafiante, vi de repente como un guardia de seguridad se acercaba hacia nosotros. Por suerte se me ocurrió una super idea.

Cada uno llevaba uno y ya.

Nos dividimos la compra en dos y apostamos quien terminaría con su mitad primero, adoraba esta sensación de competir, la adrenalina, la emoción de una victoria aunque sea solo por ver quien puede echar más cosas en un carrito.

Nunca me he considerado un adulto maduro, porque disfruto de pequeñas cosas inmaduras más que cualquier cosa. Excepto el voleibol, lo disfruto, lo amo, y es mi trabajo.

Y como alguien alguna vez dijo si trabajas en lo que amas trabajaras todos los días... ¿era así?

Si trabajas en lo que amas... si amas en lo que trabajas...

Busque mi celular y busque la frase mientras esta en el pasillo de las verduras.

Si trabajas en lo que amas, nunca trabajaras un día en tu vida.

Estaba cerca.

Como sea, después de tener todas la cosas miré a mi alrededor y no veía a Tobio en ningún lado, tenia esperanzas de ganar.

No duro mucho, ya que lo vi sosteniendo las bolsas de la compra al otro lado de las cajas.

Me miraba con esa linda sonrisa que ni él sabia que tenia, si a Tobio lo obligabas a sonreír era espeluznante, pero su sonrisa natural, la que pone cuando hace bien una jugada, o la egocéntrica que hace cada vez que gana, son bellas, e irritantes.

Cuando termine de pagar mi mitad Tobio se acerco hacia mi.

–Te gane– dijo en su típico tono de cada vez que ganaba.

–Lo sé, pero yo ganare la siguiente– le sonreí de manera desafiante.

Cuando íbamos camino a nuestra casa, nos topamos con un perrito, al parecer era callejero, estaba sucio, o era café, no sabia cual de las dos, se veía hambriento.

Tobio y yo intercambiamos miradas por un segundo, sabíamos que una vecina tenía un gato ¿podríamos adoptar a ese perrito? ¿trabajamos demasiado como para tener uno?

Pero se divertiría, Tobio y yo podemos ser divertidos, en nuestro edificio hay un patio común muy grande, podría vivir feliz, sin frío, sin hambre.

Creo que ya me ilusione mucho con el animal.

Me acerque para hacerle cariño, y restregó su hocico en la palma de mi mano, me gustaban mucho los animales, nunca había podido tener uno, seria genial adoptarlo.

Vi a Tobio acercarse también, pero el perro reaccionó mal y empezó a ladrar. Pude notar por un segundo una gran decepción en la mirada de mi novio, él no es muy expresivo, pero después de tanto juntos podía notar esos detalles.

what happend in those six day?Where stories live. Discover now