Capítulo 4

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Llegamos al aeropuerto de Europa donde Happy nos estaba esperando con un Mercedes-Benz negro, para llevarnos donde se llevaría a cabo la junta.

En las puertas del hotel nos esperaba Natalie con una sonrisa. Me da desconfianza la gente que sonríe todo el tiempo. Aprendí que esa es una buena forma de ocultar cosas, y una de las más evidentes, así que durante mi tiempo como espía, evitaba sonreír demasiado. Tal vez solo sea muy feliz y adore trabajar con mis padres, pero algo en esa sonrisa no me gustaba para nada, no porque no tenga la sonrisa más linda que haya visto, sino porque su sonrisa me trae recuerdos, y no muy buenos. Suelo ser muy paranoica, así que prefiero no darle mucha importancia.

— Familia Stark. — Saludó la pelirroja mientras caminaba hacia nosotros. — ¿Qué tal su vuelo?

— Excelente. — Aseguró papá. — Me gusta tenerte aquí.— Hasta yo pude sentir la mirada de mamá, quien se encontraba junto a mí. Papá rió al verla tan celosa, le encantaba molestarla. Ella sabía que él lo hacía para provocarla, pero eso no evitaba que ella quisiera ahorcarlo cada vez que decía algo sobre el esbelto cuerpo de Natalie, o de sus increíbles ojos. Aunque no lo culpo ¿sabes? Creo que cada persona que ha tenido la oportunidad de ver sus hermosos ojos se ha perdido un poco en ellos.

— Está el fotógrafo de la asociación de automóviles. — Advirtió Natalie. Ninguno de los tres estaba prestando atención, estábamos ocupados persiguiendo al mesero que llevaba los tragos desde que habíamos atravesado esa puerta. Finalmente logramos arrebatar unos deliciosos martinis de aquella bandeja, pero desgraciadamente fuimos incapaces de darles un sorbo, ya que Natalie prácticamente nos arrancó los tragos de las manos para las estúpidas y aburridas fotos.

— No cuestionen. — Murmuró papá, a lo que mamá y yo lo miramos con extrañeza.

— ¿Cuándo pasó esto? — Preguntó mamá.

— ¿Qué? Tú me obligaste. — Respondió papá moviendo sus ojos y fingiendo sonrisas para las fotos.

— Hey, hey, hey, ¿podemos quejarnos de eso? Porque si es así, ambos me obligaron a venir. — Manifesté ofendida.

— ¿Cómo que los obligué?

— No cuestiones. Miren, sonrían. — Dijo Papá mientras apuntaba al fotógrafo que se encontraba frente a nosotros. — No sean cuadradas, ¿podrán?

— Eres tan predecible. — Expresó nuevamente mamá. Esta se giró, recogió su trago y se marchó a conversar con los distintos grupos de personas que se encontraban en la habitación. Yo opté por no responder y solo pisarle fuertemente el pie izquierdo a mi padre, para luego alejarme un poco con mi trago.

— Tomaré eso como un sí. — Aseguró mientras trataba de no retorcerse del dolor.

— Es por aquí. — Indicó Natalie llevándonos a nuestra mesa designada. Papá y yo nos sentamos esperando a que mamá regresara. De los tres, ella es la más social, le encantan estos eventos, las cenas de trabajo, y estar rodeada de gente, mientras que papá y yo odiamos eso. El único sitio donde hay mucha gente al que nos gusta ir es a las fiestas, pero el resto nos aburre y nos da mal humor. Papá repentinamente se levantó de la mesa, tomándose el pecho, como si de un ataque se tratase. Traté de preguntarle qué le pasaba, pero él no respondió, solo salió agitadamente de ahí y se dirigió a uno de los baños. Lo seguí para ver qué era lo que tenía, no iba a dejar que muriera solo en un baño.

Toqué la puerta repetidas veces, pero él no respondía. Mandé todo al carajo y abrí la puerta. Él podría haber estado orinando, no quería verle su cosa a mi papá, iba a ser el peor trauma de mi vida, pero afortunadamente solo estaba frente al espejo, con la camisa desabrochada, y una caja extraña que medía el nivel de paladio en su sangre.

Red Spies || Natasha RomanoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora