Marea alta.

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Sus pies iban hundíendose en la suave y tibia arena que se escurría entre sus dedos a medida que sus pasos iban avanzando por la playa. Miro a su alrededor al taparse los ojos con su mano derecha por el sol intenso que la encandilaba, el aire que soplaba en su cara era cálido y podía sentir el olor salado del mar, acompañado con el sonido rompiente de las olas contra las rocas.
No le era familiar en absoluto ese lugar, pero se sentía confortable, acogedor, lo podía percibir al cerrar los ojos e inhalar  una profunda bocanada de aire marítimo en sus pulmones.
A medida qué sus pasos seguían, los granos de arena rozaban las plantas de sus pies creando una sensación placentera en su cuerpo, casi relajante.
Sus ojos de golpe pudieron reconocer a lo lejos lo qué era la silueta de un niño construyendo lo qué parecía un gran castillo de arena, podía verlo recojer en un valdesito pequeño color rojo arena húmeda y volver para volcarla encima de una base qué ya tenía armada. A medida qué se acercaba al peladito, cada vez más y más cerca, pudo comenzar sus ojos a describir al pequeño que estaba enfrente de ella.
Su pelo era castaño claro, casi rubio oscuro se podría decir y era de una contextura delgada, podría tener entre 5 y 6 años. Cuando sus oídos comenzaron a escuchar su risa risueña, mezclada con el sonido de las olas. Estaba feliz mientras colocaba otro bloque de arena en el gran castillo qué estaba construyendo con suma atención. Yeimy a casi estar a pocos pasos de el, este se dió la vuelta, plasmando en su rostro una enorme y brillante sonrisa al verla. El niño al darse vuelta la reconoció instantáneamente y corrió hacia ella tomándo su mano y apretándola.

Yeimy por un momento solo se quedo disfrutando del contacto de su pequeña manito, el calor que emanaba de ella la cual producía una sensación profunda de paz en su interior. Levanto la cabeza para poder apreciar esa hermosa sonrisa angelical que le estaba regalando este hermoso niño, cuando al fijar sus ojos en los del el, una sensación familiar la recorrió entera. Esos ojos ya los había visto antes, ese color cielo profundo lo había visto en otros ojos, pero no podía recordar cuáles. De golpe el pequeño se puso molesto y comenzó a llorar reclamándole ayuda.

- "¡Ayuda a mi papá¡".

Yeimy no podía comprender qué es lo qué estaba pasando, pero había una profunda conexión con este pequeño.
Trató de decirle qué no sabía quién era su papá, tratar de calmarlo pero era en vano el peladito cada vez se impacientaba mas. Pensaba qué capaz estaba perdido, pero no había nadie más a la vista, solo ellos dos existían en aquella playa. Perdida en sus pensamientos el niño agarró su mano de nuevo, está vez más fuerte qué antes y comenzó a tironearla, indicándole qué lo siguiera. Ella en ningún momento sintió miedo, al contrario se dejaría llevar hacía donde el pequeño quisiera llevarla. Comenzó a arrastrarla por la playa hacía los bosques cercanos qué limitaban con la arena.
Yeimy miraba hacía todos lados embelesada de la belleza qué la rodeaba  mientras iban internadose cada vez más en la vegetación. Sus mirada observaba  las diferentes tonalidades de verde de los árboles qué la abrazaban, sintiendo como de golpe la sensación cálida y suave de la arena bajo sus pies, se convirtió en una textura áspera y húmeda de la tierra qué comenzaba a pisar.  También comenzó a sentir el silbar de las aves qué se escondían en las copas de los altos Robles.
Nunca había estado acá, pero era majestuoso el paisaje qué se paseaba frente a sus ojos. ¿En dónde estaba?. ¿Acaso estaba soñando?, pero parecía muy real para ser un sueño, podía aspirar el olor de la hierva húmeda y sentir  la suave brisa acariciar sus cabellos junto al calor qué de vez en cuando tocaba su piel al pasar por los parches de sol qué se escabullian encontrando su camino a través de los árboles. Se sintió completamente en paz, tranquila, en armonía. 

El niño iba delante suyo guiando el camino, mientras seguía aferrándose a su mano sin dejar de soltarla. Luego de unos minutos de adentrarse en el bosque llegaron a lo qué parecía un claro donde detrás de una hilera de altos árboles se podía oír unas risas familiares, demaciado familiares para ella, sabía perfectamente quién era el dueño de esa risa. Sabía qué era el, reconocería su risa en cualquier lugar.

"Tenías que ser tu"Where stories live. Discover now