Capítulo 25 |♣️

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Angelo D'Amico

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Angelo D'Amico

Un suspiro.

No sé si se debe a lo que Lionetta produce dentro de mi cuando se deja caer sobre sus manos y arquea su espalda como una gatita, intentando lucir sumisa y vulnerable cuando sabe que es lo más similar a una pistola de alto calibre cargada. Cuando sé como es. No sé si debe al agotamiento que siento luego de todo lo que pasó, luego de que mis asuntos salieron mal, y ahora presintiendo lo que pasaría si alguien se entera de que la malcriada y mimada princesa siciliana está dando un show en el club de su tío.

O si se debe a que soy consiente de lo que me espera lidiar con ella, no estoy acostumbrado, pero hasta ahora es la única persona que ha visto una mala parte de mi, la parte que asusta, y ni siquiera se ha inmutado.

Pero dejo escapar ese suspiro.

Ella se incorpora como una mamba negra y observo como le dedica una mirada a quien sea que está sentado en el sofá frente al escenario. Al bajar se dirige directamente hacia mi y aprieto los dientes cuando, con la intención de  seguirla con la mirada, descubro que ese hombre es Stefano. Lionetta se acerca a mi antes que yo pueda reaccionar siquiera. Pese a que intuyo cual es la jugada del demonio Accardi, tomó su cintura y la pego a mi con brusquedad logrando que proteste por lo bajo. Con suerte él pensará que es una puta, pero algo me dice que si ya vio antes el verde de sus ojos no la habrá olvidado tan fácilmente.

Además, yo no tengo suerte.

Asiento en dirección a Stefano y él me devuelve el saludo cordialmente. Poniéndose de pie y guiando a sus hombres hacia la salida. Pasa junto a mi, su hombro roza el mío sin llegar a tocarlo, sus ojos se desvían a Lionetta y la observa, ella jodidamente le sostiene la mirada con el mentón alzado. Es un dolor de cabeza, agudo y punzante. Los ojos de Stefano vuelven a mi mientras él se pasa una mano sutilmente por el vello facial en su barbilla.

—Saluda a tu padre de mi parte, D'Amico —aprieto los dientes por la sonrisa plasmada en su rostro y asiento ante su regocijo de tratarme inferior.

Cuando se va centro mi atención en la masa de locura, desequilibrio y belleza que tengo frente a mi. Es tan fatal que luce divertida.

Tomo su mentón, lo cual ella no esperaba porque puedo sentir como un poco de aire escapa de sus pulmones y sus pestañas aletean cuando abre un poco más los ojos. Luego vuelve a su imperturbable estado natural, dejándome analizarla como si fuera un pieza de joyería.

El verde de sus ojos centella y pese a la luz baja aprecio la ligeras pecas que salpican su rostro angelical de sonrisa y mirada demoníacas.

—¿Se puede saber que haces? —inquiero.

—nada que signifique un problema para ti —arquea una ceja con desdén.

—tú significas un problema para mí.

Diamante Negro © Where stories live. Discover now