Pareja oficial

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—Espero que estés cómodo —le dijo Nalbrek con sorna bajando con él encima saltando de roca en roca mientras se acercaban al pueblo.

—Yo ya te lo advertí —le recordó.

—No pensé que te querrías montar en cuanto salieses de la cabaña.

—Desde luego que sí. Me duelen las caderas, ¿recuerdas? —le preguntó mirando hacia arriba para ver a un águila y Nalbrek también miró—. ¿Pasan a menudo por aquí?

—No es habitual, pero tampoco raro. Lo que quiero decir es que no es que pasen todo el tiempo—prosiguió al sentir su disgusto mientras retomaba la marcha—, pero tampoco es extraño verlas, después de todo, su pueblo está cerca de aquí, sobre todo volando.

—Me pregunto qué se debe sentir cuando vuelas.

—¿Te gustaría volar?

—Desde luego.

—¿No te daría miedo la altura?

—No, después de todo tendría alas, por lo que no me preocuparía caer. Debe ser emocionante poder sentir el viento en la cara a esa velocidad.

—Sí —asintió Nalbrek.

—Ayer, cuando estuviste en el pueblo, ¿viste a alguien? —cambió de conversación.

—Fui a hablar con Baem para decirle que pasaríamos la noche en la cabaña. Eso me recuerda que te agradecería que no dijeses nada de Andros y su visita.

—Ya lo debe saber por el olor —le advirtió.

—Aun así.

—Como prefieras —aceptó.

—También hablé con Baem sobre nuestra casa, pero me pidió que no mencionase nada hasta que Lin no esté instalada en la cueva.

—Teme que su familia pida que le dejen vivir allí con sus gazapos —adivinó y Nalbrek asintió mientras bajaba a buen ritmo.

—Una cabaña siempre es mejor que una fría cueva, pero la mía está demasiado lejos del pueblo y sería difícil controlar tanto a Lin como a los gazapos, que se podrían escapar con mucha más facilidad que en la cueva. Así que Baem ha decidido evitar una discusión que no llevaría a nada ocultando nuestros planes.

—¿Karima ya se ha marchado?

—Salió casi a la vez que nosotros, así que sus acompañantes ya deben estar de regreso. Y Lin debe haber pasado la primera noche con sus hijos en la cueva. Espero que consigan ayudar a esos niños y puedan regresar al pueblo.

—Yo también. Si se escapan y se mezclan con los conejos silvestres, la vida será mucho más difícil. Podrían pasar décadas antes de poder volver a cazar en la zona.

—Por eso Baem estaba hablando de hacerles un corte en las orejas para poder localizarlos con rapidez en caso de que se extravíe alguno —le explicó Nalbrek—. Desde luego, la familia estaba en contra, pero si no consiguen que se conviertan en humanos, lo harán. Baem también ha separado machos de hembras y encargado jaulas individuales para encerrarlos en caso de ser necesario.

—Algo que habrá molestado a los conejos —adivinó.

—Sí, pero nadie quiere una segunda generación entre hermanos, ni quiere cazar a uno de los nuestros por error o encontrar madres muertas porque uno de los fetos durante el embarazo era humano a pesar de que la madre era un conejo o a un bebe enterrado vivo porque se transformó dentro de la madriguera y esta le colapsó encima. Hay demasiadas historias de ese tipo en los lugares donde se escaparon crías así, como para querer comprobar cuál de todas es verdad cuando la encuentres.

Cambiantes. Libro I DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora