11》Dulce amargo

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El encargo de Cecilia, alias Miss Heed, no era la gran cosa. No para un genio galardonado como Flug.
Parece que la chica había optado por el empleo de armas químicas, y necesitaba un proveedor para el diseño que había creado. Más bien, la idea que creó. En realidad ella no tenía muy en claro como fabricar una y su diseño no era tan detallado.

Se trataba de granadas, pero no de las que estallaban y volaban todo por los aires. Era de las silenciosas, las mismas que sin previo aviso aparecen por la espalda y liberan lentamente toxinas que eventualmente los que estén cerca inhalarán hasta agonizar.

Heed podía tener una moral dudosa, pero no era una asesina. No planeaba matar a nadie. Tan solo quería el artefacto, ya se encargaría de suministrarle el contenido.

Flug llevaba varias horas desde que perfeccionó el diseño en los planos hasta la búsqueda de piezas para armarlo.

Volvió a su mente la idea que le surgió previamente: ir introduciendo de a poco productos letales al catálogo para que, bueno, su trabajo sirviera de algo. No le atraía mucho la idea de andar fabricando sogas coloridas y pistolas de agua. Eso sí, pondría las advertencias correspondientes. Establecería un contrato entre proveedor y cliente para que no vinieran con quejas. De hecho, ya había comenzado un par de días atrás.

A Flug no le gustaba analizarlo, pero sabía que esa mentalidad se debía únicamente a años de trabajo en otra organización. Se sintió nostálgico. No pertenecía a su lugar actual.
Sí, sabía que ahora podía ser mejor persona, por llamarlo de alguna manera. Pero si tener esa moral y ablande implicaba ser pisoteado por personas más feroces y despiertas, prefería pensarlo mejor. No quería revivir esas experiencias del bachillerato.

Y hablando de volver, no dejaba de darle vueltas al hecho de que sus pensamientos más íntimos estaban en un cuaderno en su anterior casa. Estaba bien oculto, sí, quería creer. Pero no estaba con él. Las preocupaciones formaban un revoltijo en su estómago. Quería recuperarlo, mas no sabía si era buena idea dar la cara en el mismo lugar en el que toda su anterior vida se hizo pedazos cruelmente.

---¿Cómo vas con eso, Fluggy?---preguntó Clemencia a espaldas del científico.

---Voy bien---se percató él, sin apartar la mirada de las piezas que soldaba---pero no lo hago por gusto. La señorita rosada me cae para el...confío en que no le dirás eso a nadie.

Esa última frase la dijo dejando el soldador, mirándola a los ojos. No hacía falta asegurarse, Clemencia era de fiar. Asintió rápidamente en una sonrisa.

Flug asintió también, solo para seguir trabajando. Aún podía sentir la presencia de la chica en la espalda. Pensó que quizá le gustaba verlo trabajar, (a quién no le gustaría), pero percibía una leve inquietud en ella.

---¿Se te ofrece algo?---preguntó Flug tratando de no demostrar su asomo de impaciencia.

---Te traje un chocolate. Sé que no le pones azúcar al café, ni comes muchos postres, pero creí que quizá te gustaría.

Clemencia se alejó brevemente y extendió el brazo para darle la golosina.

Sí, le gustaba. No era fan pero tampoco los aborrecía, además fue un gesto lindo.

Sin embargo, la chica rápidamente retiró la golosina y la abrió. Flug esperó que fuera una clase de broma y que empezara a comerse el chocolate en su cara, pero no.

---Abre la boca.

---¿Por qué?---rió Flug confundido.

---606 no deja que le dé de comer así. Quiero ver cómo es alimentar a alguien sin que amenace con devorarme la mano---al decir eso infló por unos segundos sus mejillas rosadas.

𝚁𝚎𝚎𝚖𝚙𝚕𝚊𝚣𝚘𝚜 [𝘗𝘢𝘱𝘦𝘳𝘩𝘢𝘵] [𝘝𝘪𝘭𝘭𝘢𝘯𝘰𝘴 & 𝘏𝘦𝘳𝘰𝘪𝘤]Where stories live. Discover now