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Era otoño, y ahí estabas, en el mismo lugar donde habían prometido encontrarse cada año sin importar las circunstancias. Habían pasado ya dos años desde aquella última vez en que lo viste y supiste algo de él. Aún seguías yendo al mismo café, por si decidía aparecer y decirte perdón por hacerte esperar tanto. Decidiste que esta iba a ser la última vez que vendrías, tenías que seguir con tu vida, pero ¿cómo lo ibas a hacer?

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Se conocieron en invierno, el más cálido de todos los tiempos dijeron alguna vez. Tenías tan solo dieciséis años, el casi dieciocho. Él, el popular, vos, sobrevivías con tu pequeño círculo de amistades, pero tenían algo en común, el club de arte, del cual increíblemente él era presidente, y al no ser el típico chico popular, todas estaban enamoradas de él, vos eras una más. Hablaron pocas veces, pero esas pocas veces duraron horas. Era su último año, así que decidiste no seguir con el juego.

El otoño siguiente lo encontraste en la exposición de arte local que se estaba presentando en el pequeño museo de la localidad siguiente en la que ambos vivían. Ya había terminado el secundario, usaba una chaqueta verde, pantalones color caqui y una gorra negra. 

Sus ojos hicieron contacto, te reconoció y se acercó

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Sus ojos hicieron contacto, te reconoció y se acercó.

-Hola, tanto tiempo. Soy Namjoon del club de arte, de la secundaria ¿te acordas?

Quedaste estupefacta ¿de verdad se acordó de vos? Como no emitiste sonido alguno se disculpó, dio media vuelta y comenzó a alejarse.

-¡Perdón! -le gritaste y volteó a verte- si soy yo.

Te invitó a tomar un café, te sorprendió que alguien de esa edad lo haga, pero aun así lo aceptaste. Te preguntó por el club, sobre vos, como ibas llevando tu último año en la secundaria. Te contó que él en el verano se iría a estudiar historia del arte a una de las universidades más prestigiosas del país. Vos todavía no sabías que hacer con tu vida, que diferentes eran.

Pasaron la tarde juntos, y antes de despedirse te comentó sobre una exposición el fin de semana.

-Es una muestra de sus mejores obras, Yun Hyong-keun, uno de mis artistas favoritos, incluso tengo una obra de él ¿te gustaría ir? -te preguntó, dedicándote una hermosa sonrisa que dejaba ver sus hoyuelos.

Y así fue como comenzó, cada fin de semana se veían y recorrían museos. Conocían nuevos lugares y se iban conociendo ustedes. Sus sueños, sus miedos, sus gustos, tenían tanto en común, jamás ninguno de los dos lo hubiese imaginado. Pasaste los nueve meses más maravillosos que habías vivido jamás, pero el verano llegó y con este él se marchó. Prometieron seguir en contacto y ahí fue donde él tuvo la idea.

-Entonces ¿qué te parece?- se le iluminaron los ojos.

-Me parece una buena idea, ¿siempre en el mismo lugar?- preguntaste dudosa.

-En el mismo lugar, a la misma hora, sin importar las circunstancias- se rio.

Te abrazó, se despidió con un beso en la mejilla, se subió al auto y se marchó. Y ahí te quedaste, contemplando como el automóvil iba desapareciendo en el horizonte. ¿Por qué sentías que una parte de vos había marchado con él? Sacudiste tu cabeza tratando de despejar esos pensamientos de tu mente, pero no era ahí, era en tu corazón donde sentías eso, fue inevitable, te habías enamorado de él.

Las estaciones pasaron más rápido de lo que te imaginabas, las ganas de verlo eran demasiadas. Mantuvieron la promesa, se hablaron casi todos los días. Te envió la ubicación, era un tanto lejos, pero el punto medio entre ambos, habían muchos kilómetros entre ustedes, y lo odiabas.

Pasaste las dos horas de viaje imaginándote como te sentirías al verlo después de un año, aunque siempre que pudieron, hacían videollamadas. Pero no era lo mismo, definitivamente no, tocarlo, olerlo, mirarlo a los ojos. Al bajar del autobús tus ojos fueron directamente hacia alguien que se encontraba apoyado sobre una de las luces de la calle.

 Al bajar del autobús tus ojos fueron directamente hacia alguien que se encontraba apoyado sobre una de las luces de la calle

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Era él. Y ahí también apareció el, el mismo sentimiento que te había inundado el día que se despidió de vos.

Parecían dos extraños, estaban parados uno frente al otro pero ninguno dijo ni una palabra, hasta que fue él quien decidió romper el espacio entre ustedes y te abrazó.

-Te extrañe -dijo.

Y le devolviste el abrazo.

-Toma -extendió una bolsa celeste- espero que te guste, es uno de mis favoritos. Lo leímos en clase y pensé en vos.

Adentro de la bolsa había un libro. El gesto provocó que tu vista se nuble, pero evitaste que él lo notase. Te diste vuelta rápido y te disculpaste por no haberle traído nada. Te dijo que haber cumplido la promesa y estar ahí con él, era más que suficiente.

Pasaron el día entero juntos, comieron, rieron, recorrieron el museo y él no paraba de hablar sobre todo lo que había aprendido en la universidad, y de verdad, podrías pasar la vida entera así.

La tarde estaba llegando a su fin y te acompaño hacia la parada. Se abrazaron. Llegó el autobús pero ninguno quiso soltarse, así que esperarás el siguiente. Aún en sus brazos te hizo una pregunta.

-¿Podría ser esta nuestra fecha? Algo así como un aniversario.

-¿Aniversario? ¿De qué? –le preguntaste extrañada pero sin mirarlo a los ojos.

-No lo sé ¿De nosotros quizás?

Y así fue, cada trece de junio sería especial.

quedándote o yéndote.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt