Type boyfriend - Encanto

Isabella Madrigal

Isabella es el tipo de enamorada que no le importa perder su lado perfecto contigo.

Había terminado sus labores así que comenzó a dar un paseo por el publito, terminando cerca de cierta panadería de tres hermanos. Curiosa, miro de lejitos por la ventana, notando que te encontrabas trabajando con la masa, con el cabello ligeramente desordenado y lleno de harina.

No era nada similar a la imagen bien cuidada y perfecta de Mariano, y le encantaba.

—¿Isabella? —dio un leve brinco al escuchar tu voz llamarla desde la ventana, le brindabas una sonrisa mientras le pedías que se acercará, lo cual no dudo en hacer.— ¿Tiempo libre?

—Sip, solo... quería pasear un rato. —comenzó a reír suavemente intentando relajarse y sin notar la sonrisa que te causaba al verla.— ¿Puedo... ayudarte?

—¿Quieres ayudarme a preparar la masa? —aunque dudoso a su pregunta, aceptaste su ayuda e hiciste que pasará.— ¿Estas segura?

—¡Si, aprenderé rápido! —reíste ante su entusiasmo, así que comenzaste a enseñarle a como amasar correctamente la masa y darle forma para poder ponerla en el horno. Y como dijo, Isabella aprendía rápido, miraste su sonrisa al trabajar, ignorando que ahora tanto su vestido como su rostro y brazos se encontraban llenos de harina.

—Te ves linda. —sin poder evitarlo, acariciaste su cabello, causando una sonrisa avergonzada en su rostro.

—¡Isabella!

Ambos se sorprendieron por el repentino grito, reconociendo rápidamente la voz de la matriarca de los Madrigal.

—¡Abuela! Yo solo estaba... —intento explicar pero fue interrumpida por el enojo de la mujer.

—¡Mira tu vestido! ¡Tu cabello esta hecho un desastre! —apenas notaron que incluso el largo cabello de Isabella también había termina cubierto de la harina.— ¡Sal de ahí en este instante!

Sin poder contradecir a la mujer, Isabella salió del lugar, ahora sin la alegría que había tenido hace unos momentos.

—Joven Miguel, si necesita ayuda en la panadería, absténgase de llamar a mi nieta Isabella, ella no esta para estos trabajos, miré como la dejó. —quizó hablar al ver como su abuela comenzaba a regañar incluso al chico.— Nos vamos a casa en este instante, una señorita perfecta no puede estar así.

No se negó, ni se quejó, seguiría siendo la chica perfecta que tanto quería su abuela, dejando atrás al joven imperfecto que solo la miraría desde lejos.

Me dió ganas de meterle drama, jaja.