Capítulo 8

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Al día siguiente, al levantarme de la fiesta los recuerdos de la noche anterior eran un remolino en mi cabeza. Recordaba haber vuelto con los pies muy doloridos y haber estado muy contenta durante la fiesta, ahora mismo no sabría decir cuántos chupitos y copas nos habíamos tomado. Miré las fotos de mi móvil y, a pesar de unas cuantas estaban borrosas, el resto eran bastante decentes, y salíamos muy bien en un par de ellas.

Tenía la boca seca y me dolía un poco la cabeza, como consecuencia de la reseca. Después de estar un rato mirando el móvil conseguí reunir energía para levantarme a por agua y entonces desbloqué el recuerdo de Lucas pidiéndome ir a comer el domingo.

―¡Estás despierta, por fin! ― gritó Helena muy entusiasmada. ― Tengo que contarte todo sobre Pablo. Estuvimos bailando toda la noche y... ¡Me ha invitado a salir!

― Helena, ¡Eso es genial! ¿Cuándo habéis quedado?

―Me va a escribir con los detalles. Estoy tan contenta. ― Helena estaba radiante.

―Ayer hablé con Lucas. ― Helena cesó inmediatamente el baile que había empezado para celebrar su cita. Le conté lo ocurrido la noche anterior.

―¿Crees que de verdad lo siente? ― preguntó Helena cuando terminé.

―Diría que sí. Estaba raro, sí que parecía arrepentido. ― Me quedé pensativa, rememorando su expresión.

Cuando llegó el domingo estaba muy nerviosa. No había vuelto a ver, ni a hablar con Lucas desde aquella noche del viernes, por lo que no sé si sería fiel a su palabra. Podría haber sido simplemente un arrebato consecuencia del alcohol, aunque si me paraba a pensarlo realmente recordaba a Lucas serio, como siempre.

Conforme avanzaba la mañana iba dudando aún más de si de verdad Lucas vendría a buscarme para ir a comer. Supongo que por eso se me sorprendí tanto cuando llamaron a la puerta, y al ir a abrir Lucas se encontraba en el umbral.

―¿Hola? ― saludé, aunque por la entonación sonó más bien como una pregunta.

―Hola. ¿Recuerdas que te quería invitar a comer?

―Sí. ― Obligué a mi cerebro a que dejará de emitir una sola palabra, pero me había auto convencido tanto de que Lucas no iba a aparecer que ahora me costaba trabajo conciliar con la idea de que sí iba a ir comer con él. Tampoco ayudaba que Lucas fuera tan alto e imponente, que hacía que me sintiera intimidada por su presencia.

―Realmente no te dije ninguna hora Lis. Espero que ahora te venga bien, sino puedo pasarme en un rato ―contestó Lucas, ignorando mi falta de conversación.

― Sí, ahora mismo es un buen momento. ― Contesté, saliendo por fin de mi ensimismamiento. Al no haber confiado en que Lucas apareciese, ni siquiera me había arreglado. Como no me iba a cambiar ya, las mallas y una sudadera grande tendrían que servir. Lucas, por el contrario, sí que se había arreglado. Se había afeitado y llevaba un jersey que se ceñía a su torso dejando intuir un pectoral trabajado. Por muy mala impresión suya que tuviera, no se podía negar que Lucas era atractivo.

Cogí mi bolso y móvil atropelladamente y me puse las deportivas, mientras me alisaba un poco el pelo con los dedos.

―¿Dónde vamos a comer? ― pregunté, mientras caminábamos por los pasillos. No sabía muy bien cómo comportarme a su lado. Estaba híper pendiente de su presencia y de la distancia que nos separaba, y de la cantidad de veces que le miraba a la cara.

― ¿Te parece bien ir al Ginos de aquí abajo? Si se te ocurre algún otro lugar podemos ir sin problemas.

―Sí. Genial.

El comienzo de LisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora