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David colocó cuidadosamente el último libro que le faltaba en el librero

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David colocó cuidadosamente el último libro que le faltaba en el librero. La habitación estaba inundada por la suave luz de una lámpara de pie, que arrojaba destellos dorados sobre las estanterías llenas de historias por descubrir. Era una noche de principios de otoño, y el ambiente estaba impregnado de un aura melancólica y nostálgica, como si la misma estación estuviera susurrando secretos de amor al viento.

David suspiró profundamente mientras cerraba la puerta del librero. Había estado atrapado en sus pensamientos durante mucho tiempo, perdido en el mundo de las palabras escritas, tratando de escapar de la confusión que lo envolvía. ¿Cómo era posible que Charly hubiera desaparecido tan rápido? ¿Había sido parte de su imaginación todo este tiempo? La idea lo desconcertaba, y el vacío era inmenso.

Sam, lo miró con una sonrisa burlona desde el final del pasillo

—Ya terminaste, ¿no? Te estábamos esperando. ¿Por qué tardaste tanto?

David caminó hacia ellos, pero sus pensamientos seguían enredados en Charly, aquel chico fantasmal. ¿Cómo podía desaparecer de esa manera? ¿Qué significaba todo esto? Intentó sacudir esos pensamientos mientras respondía.

—No encontraba los pasillos.

David siguió a Sam, pero no podía dejar de preguntarse si Charly había sido real o producto de su mente perturbada por sus amigos y sus tontas teorías. No era una persona que creyera en fantasmas ni en lo paranormal, pero por un momento, creyó que lo que había experimentado podría ser real. ¿Estaba perdiendo la razón? Sus amigos hablaban y reían, pero él se sentía ajeno a su conversación.

Charly, invisible para todos menos para David, apareció a su lado. Estaba frustrado y ansioso por hablar con su primer amigo humano desde su muerte.

Charly se mantuvo a su lado mientras David se unía a sus amigos en la mesa. La idea de que Charly fuera una ilusión seguía atormentándolo, pero no podía ignorar la sensación de presencia que tenía a su lado. Sabía que Charly tenía que ser real.

David se sentó junto a sus amigos, pero su mente estaba llena de dudas. ¿Era Charly un fantasma? ¿Era real? ¿Estaba volviéndose loco? Charly se sentó frente a él, y David no podía evitar mirarlo de reojo, tratando de comprender lo que estaba pasando.

Los amigos de David lo miraron extrañados por su comportamiento.

—¿Qué haces? —le preguntó Charly.

David lo miró de reojo y respondió en voz baja:

—Estoy tratando de entender lo que está sucediendo, Charly.

Charly se sentó en la silla frente a David, frustrado por no ser escuchado por los demás. Intentó hablar con él nuevamente.

—¡Hey! ¡Ese era mi sitio! —exclamó Charly, pero solo David podía oírlo.

David dejó escapar una pequeña risa y sus amigos lo miraron confundidos.

—¿De qué te ríes? —preguntó Sam, apartando la vista de su libro.

El amor de mi muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora